Las mil y una noches me persiguen desde hace más de tres décadas y el responsable es Jorge Luis Borges. Este es un momento tan bueno, o tan malo, como otro cualquiera para rendirles homenaje en este foro, cuya característica distintiva es un interés horizontal por la cultura en general.
La obra comienza pintando el cuadro que ayudará a entender los sucesos posteriores. Dos hermanos (Shahryar y Schazenan) que, además, son reyes, sufren en sus carnes las aventuras hardcore extraconyugales de sus esposas:
“La infidelidad de la reina se le presentó tan vivamente ante su imaginación que se vio obligado a abandonar el lecho, entregándose por completo a sus dolorosos pensamientos (…) esta es, sin duda, la suerte fatal que les está reservada a todos los maridos (…) el recuerdo de una desgracia tan común no turbará jamás mi sueño (…) cuando una mujer concibe un proyecto, no hay marido ni amante que pueda impedirle que lo ponga en ejecución. Más valiera que los hombres procurasen no contrariarlas.”
El segundo hermano (Shahryar) concibe un plan para evitar volver a pasar por el calvario que le supuso que su esposa le fuese infiel:
“Resolvió desposarse cada noche con una y hacerla ejecutar apenas alborease el día siguiente.”
Quien tenía que ejecutar la orden del Sultán era el Gran Visir. Y éste había sido bendecido con dos hijas: Shahrazad y Diznarda:
“Shahrazad había leído mucho y tenía una memoria prodigiosa. Había estudiado filosofía, medicina, historia y bellas artes, y componía versos mucho mejor que los más célebres poetas de su tiempo. Su belleza era perfecta y su corazón sólo albergaba los sentimientos más nobles y generosos.”

Es ella quien se propone acabar con las terribles ejecuciones ordenadas por el Sultán, ofreciéndose como su siguiente esposa. Le dice a su padre:
“He ideado un plan para poner coto a las barbaridades que comete el Sultán.”
Algo que suele omitirse al relatar los sucesos de este clásico de nuestra historia es que, en su noche de bodas, Shahrazad le pide a su recién estrenado esposo una última gracia a la que espera no se niegue. La solicitud consiste en que permita que su hermana Diznarda duerma en el aposento contiguo para disfrutar, por última vez, de su compañía. Trama, de ese modo, la siguiente treta:
“Si, como espero, obtengo este favor, despiértame una hora antes de que despunte el día y dime: ‘hermana mía, si no duermes, te ruego que me refieras uno de esos preciosos cuentos que tú sabes hasta que venga la aurora’ (…) Shahrazad pidió permiso al Sultán para comenzar el cuento. Aquel se lo otorgó y entonces empezó de esta manera:”
La nueva sultana está determinada a parar la absurda carnicería que asolaba el reino, sirviéndose de una arriesgada estrategia psicológica: despertar la curiosidad de su esposo dejando, noche tras noche, el relato en suspenso.
“Diznarda exclamó:
-. ¡Qué cuento tan maravilloso!
-. Lo que queda es aún mejor todavía –dijo su hermana—y te convencerías de ello si el Sultán me dejase vivir hoy para continuar esta noche la interrumpida historia.
El Sultán, lleno de curiosidad, accedió a la indicación, se levantó y se fue a presidir el Consejo.”
Y así comienzan ‘Las mil y una noches’ hilando, a partir de esa primera velada, multitud de relatos cuyo parecido con los recogidos en las versiones abreviadas para el público infantil es bastante remoto.
En la historia del marido y del papagayo descubre el lector, con sorpresa mayúscula, de dónde sacó Umberto Eco la idea de envenenar las hojas del libro de Aristóteles sobre la risa en su célebre novela ‘El nombre de la rosa’.
Los relatos están salpicados de lecciones de vida universales:
“El que habla de cosas que no le importan, oye otras que no le agradan
(…) Es una persona caritativa que abandonó la ciudad en que vivía con objeto de curar a uno de sus vecinos de la envidia que le devoraba el alma
(…) No te entregues fácilmente a intimidades con toda clase de personas
(…) Debes mirar el mundo como un acreedor que tiene derecho a tu moderación, compasión y tolerancia
(…) Cuando uno guarda silencio, está fuera de peligro
(…) Nunca se arrepintió nadie de haber callado y sí muchas veces de haber hablado
(…) La ignorancia triunfa con frases que no dicen nada
(…) Mis sentimientos se desvanecen apenas concebidos para dar lugar a otros nuevos.”
Un protagonista usual en los relatos es el Califa Harún-al-Raschid, también caracterizado por la curiosidad:
“Tenía la costumbre de salir disfrazado en la noche para averiguar por sí mismo el estado de la ciudad.”
Por supuesto, llega un momento en el que se narran las siete aventuras de Simbad el marino. En una de ellas se encuentra, como Odiseo, con un cíclope y el modo de librarse de él también es idéntico al usado por el rey de Ítaca. Esta parte sobre el célebre aventurero se cierra con sus propias palabras:
“Así concluyó Simbad diciendo que no conviene quejarse con tanta amargura de la suerte, porque los hombres que parecen más dichosos y opulentos han adquirido su fortuna, a veces, a costa de penalidades, trabajos y fatigas.”Mis dos historias predilectas del primer volumen son las de los hermanos Nuredin-Alí y Bedredin-Hasán, así como las del quinto hermano del barbero. Pero evitaré la tentación de destripar su contenido aquí.

En el segundo volumen se encuentra la historia de Aladino y la lámpara maravillosa: “a los quince años era el muchacho más travieso y pervertido del pueblo (…) Aladino es el joven de humilde cuna que se eleva por su valor y fortuna al primer puesto del reino.” Por supuesto, se casa con la hija del Sultán, pero después de experimentar varios sucesos trágicos.
También se recoge la historia de Alí Babá y los cuarenta ladrones, bastante gore en esta versión original y con protagonismo de una brillante esclava, de talante intelectual muy superior al del supuesto protagonista de este relato.
En la historia del caballo encantado, así como en la del Príncipe Amed y el hada, descubrimos el origen de la famosa alfombra mágica. La segunda historia constituye un fantástico ejemplo de cómo la unión hace la fuerza:
“La Princesa debe la vida a tu manzana, Amed, es cierto, pero ¿de qué habría servido si no hubierais visto el peligro por medio del canuto de marfil, ni hecho el viaje con tanta rapidez en la alfombra milagrosa? Los tres objetos son inestimables, pero inútiles sin el auxilio unos de otros.”
Las mil y una noches finalizan con el agotamiento de la sobrenatural creatividad de Shahrazad:
“Poderoso rey del mundo, durante mil y una noches vuestra esclava os ha contado historias divertidas. ¿Estáis satisfecho o persistís en vuestra resolución?
…
-. Gran Príncipe, ved aquí vuestros hijos: no por el mérito de mis cuentos, sino por el amor a ellos, os suplico que me hagáis gracia de la vida.
-. Te perdono por amor a estos niños y porque tienes corazón de madre. ¡Vive feliz!”
El Sultán se dirige a su Gran Visir en los siguientes términos:
“Que el cielo te recompense por el servicio que has prestado al Imperio y a mí mismo, interrumpiendo el curso de mis crueldades. Tu hija Shahrazad, que me ha dado tres hijos, es mi esposa favorita.”
En suma, la lectura del texto original depara numerosas sorpresas, comenzando por su leitmotiv. Es comprensible que se hayan elaborado versiones suavizadas porque, a menudo, los contenidos son, sin tapujos, no aptos para todos los públicos. En su conjunto conforma una sucesión de relatos que se unen por la curiosidad que despiertan en quien escucha, esa curiosidad que, según suele admitirse, es una característica especialmente humana. Y Shahrazad se eleva como la indiscutible heroína al servirse de su inigualable habilidad para dosificarla sabiamente y mantener la tensión en el receptor de las historias durante casi tres años despistando, así, el terror y ganándose el favor del Sultán despertando sus mejores sentimientos.
Querido master, no se porque no me deja hacer el comentario directamente en wordpress. Te escribÃa porque a mi también me sedujo Borges con Las Mil y una Noches, Absolutamente! Y gracias a un capÃtulo de un libro suyo que no sé si conoces. 7 noches. Tiene un mini capÃtulo dedicado a semejante maravilla. Te lo paso por si acaso no lo conoces (ya me extrañarÃa que no) . Abrazón.
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Muchas gracias por la recomendación. Abzs
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