La inteligencia general objetivamente medida y determinada

Hace tiempo comentamos en este foro un estudio del equipo de Bill Kremen, de la UCSD, en el que se concluía que el factor general de inteligencia (g) era:

1.- Un constructo latente válido.

2.- Esencialmente genético.

Disponemos ahora de nueva evidencia que apoya esas conclusiones, pero de modo aún más contundente.

Es producto de una colaboración de los equipos de Elliot Tucker-Drob e Ian Deary.

El primer autor del informe (Javier de la Fuente) fue estudiante en la UCM, pasó por un equipo de medicina de la UAM y tuvo que buscarse la vida allende nuestras fronteras. Un ejemplo más de nuestra lamentable habilidad para retener nuestro capital humano.

En esta investigación se considera hasta un máximo de 332 mil individuos del UK Biobank que completan 7 test cognitivos. De un subgrupo se tiene, además, información genética (SNPs).

Siguiendo una aproximación sobre la que nuestro equipo de investigación lleva insistiendo hace tiempo para el caso del estudio de la inteligencia desde la neurociencia, lo que se persigue en la investigación que comentaremos es separar la contribución genética y no-genética al factor general de inteligencia (g) y a las aptitudes específicas ortogonales a g (es decir, ‘s’ o específicas).

El desempeño en los test cognitivos depende de distintas influencias asociadas al intelecto. Algunas se vinculan a g, otras no.

Cuando se valora formalmente el desempeño intelectual y se explora su asociación con las diferencias individuales en estructura y funcionamiento cerebral, es importante separar la contribución a ese desempeño de los factores que se encuentran a distintos niveles en la jerarquía. La misma idea debería aplicarse a la asociación con la contribución genética y no-genética. En ambos casos es infrecuente encontrar ese modo adecuado de responder a la pregunta de interés.

Los análisis realizados por de la Fuente et al. se basan, entre otras cosas, en separar esos efectos usando ‘Genomic SEM’ para estimar las correlaciones genéticas entre los rasgos cognitivos a partir de los datos genético-moleculares.

Los resultados revelan una correlación genética promedio de 0,53 y el análisis conjunto de los test cognitivos produce una dimensión común que da cuenta del 62% de las diferencias de desempeño cognitivo. El componente genético de cada rasgo cognitivo se agrupa en una sola dimensión (g genético) aunque también se calcula aquello que no se encuentra apresado por esa dimensión general (s).

La siguiente figura presenta los valores fenotípicos y genéticos estimados, así como el Miami Plot con los resultados genéticos.

2019_de la Fuente

Cuatro de los siete test cognitivos están más influidos por el g genético que por los s genéticos: Trail Making, Tower Rearranging, Symbol Digit y Matrix Reasoning. Por su parte, Crystallized Reasoning y Pairs Matching están más o menos igualmente influidos por ambos tipos de factores. Finalmente, Reaction Time está más influido por s que por g.

En la siguiente fase se exploran los marcadores genéticos que se asocian a g y a s.

Los resultados observados son los que se consigna en el Miami Plot de la figura anterior. Se aprecia que hay 30 marcadores vinculados a g. Algunos de los más relevantes se encuentran en el cromosoma 7 y en el 8.

El elemento crucial de esta investigación es que permite responder a una pregunta fundamental:

¿Es un marcador relevante para el desempeño de un determinado test cognitivo o se asocia a g?

Es decir, permite averiguar si las diferencias de desempeño en ese test cognitivo se deben atribuir al factor general (g) o se trata de alguna clase de efecto específico de ese test.

Conviene resaltar que el g genético identificado en esta investigación se asocia al trastorno de Alzheimer (r = -0,34), la esquizofrenia (r = -0,37), el TDAH (r = -0,23), el volumen cerebral (r = 0,20), la longevidad (r = 0,26), y el nivel educativo alcanzado (r = 0,48). Esas relaciones son bastante sugerentes y dan que pensar.

Por lo que pude saber, este equipo está experimentando algunos problemas para ‘colocar’ su informe en los foros habituales de difusión. Y no, no se trata de que el método seguido sea discutible, sino que la causa es que algunos revisores se sienten incómodos con el título (Genetic general intelligence objectively determined and measured).

Un guiño a Charles Spearman que no se está captando o que, quizá, resulte inquietante.

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