La psicología como ciencia… a pesar de los psicólogos (por María Xesús Froxán Parga)

Frojan

Es difícil desarrollar una psicología científica, no solo por la complejidad del campo de estudio, sino porque su temática se solapa con la vida cotidiana.

A menudo se tiene la sensación de que todo el mundo sabe de psicología.

El adjetivo “psicológico” acompaña a nuestras más triviales conversaciones. Decimos “es psicológico” para referirnos a un dolor, sufrimiento o cansancio inexplicables. Decimos “es psicológico” cuando hablamos de que realmente podríamos hacer algo, pero nos parece imposible.

Se termina identificando lo psicológico con lo subjetivo, lo intangible y lo inventado. Es lógico, por tanto, que los legos se sorprendan (e incluso se rían) cuando se declara que el conocimiento psicológico es científico.

En esa misma línea se sitúa la discusión sobre qué es conocimiento psicológico frente a sabiduría popular.

Pienso que la psicología es la única disciplina sobre la que los profanos discuten y afirman saber más que los propios psicólogos. La coyuntura puede deberse a que la conducta, que es el objeto de estudio de la psicología, recorre toda la vida humana. El propio hecho de vivir y resolver los problemas cotidianos hace que, necesariamente, nos interesemos por el tema y, en algunos casos ingenuamente, lleguemos a considerar que somos unos especialistas.

La psicología es una ciencia con un campo de estudio propio: la conducta.

Registro

Sin embargo, desde hace años se está buscando reforzar el carácter científico de la Psicología apoyándose en las neurociencias. Se supone que hablar de neuronas, de la base orgánica del funcionamiento cognitivo o de la fisiología del tejido nervioso puede mejorar la credibilidad de la Psicología en la sociedad. Cuanta más base orgánica, más ciencia. Cuanto más neurociencia, más credibilidad.

Pero en absoluto es así.

Las bases biológicas de la conducta humana son eso, bases, pero no son la conducta. Razonar así equivale a concluir que un cuadro, como obra de arte, es la pintura al óleo y la tela sobre la que se ha pintado. Nadie duda de que tanto pintura como tela son indispensables, pero tampoco duda de que no son el cuadro.

Lo mismo se puede decir de la inyección y del antibiótico que contiene: la inyección con la jeringa es indispensable, pero no son lo que cura.

La conducta tiene una base biológica, pero esa base no determina la conducta sino que la permite.

¿Y es importante ser ciencia?

Pues depende de para qué.

Hay conocimiento no científico que puede ser complejo y apasionante, como la Filosofía, el Arte o la Estética. Pero cuando se habla de aplicaciones del conocimiento a la resolución de problemas, especialmente de los que implican sufrimiento humano, las soluciones deberían ser científicas. Esas soluciones no deberían estar basadas en la idea, elucubración o inspiración de un individuo. Quizá sean muy interesantes, pero su fiabilidad y validez serían cuestionables.

Si debemos someternos a una operación de apendicitis, evitaremos acudir a un curandero. Quizá haya desarrollado un excelente dominio de la cirugía a partir de sus prácticas, pero preferiremos a profesionales que posean la exigida cualificación oficial.

Operación

Si tenemos un problema de salud deseamos que nos atiendan los profesionales mejor formados, en las mejores universidades y con las mejores prácticas. Deseamos que utilicen las técnicas diagnósticas más avanzadas y que desconfíen de su ojo clínico. En igual medida deberíamos exigir que el psicólogo clínico que nos vaya a atender tuviese una adecuada formación y hubiese adquirido sus técnicas de tratamiento con el necesario grado de solidez y fundamentación experimental.

¿Es posible alcanzar ese objetivo?

Por supuesto que SÍ.

La psicología científica dispone de ese conocimiento, de esa tecnología, de ese grado de eficacia que nos gustaría que tuviera cualquier profesional de la salud. Una gran parte de la sociedad lo desconoce y se conforma con sucedáneos. Y lo que es aún peor, una parte sustancial de los psicólogos tampoco lo sabe y se conforma con cualquier cosa.

Precisamente porque estudia la conducta la psicología puede ser socialmente útil más allá del campo clínico.

El estudio de la conducta es clave para entender al ser humano. Desde el momento en que se puede explicar por qué las personas hacen lo que hacen, se puede predecir su comportamiento. Ese hecho abre un enorme abanico de posibilidades, pero también un interrogante:

¿Por qué está ausente el psicólogo en los ámbitos sociales en los que podría tener un papel determinante para su adecuado funcionamiento?

La respuesta hay que buscarla en el desconocimiento o minusvaloración que esa misma sociedad pueda tener de la psicología. Pero también, dolorosamente para mi, en la propia actuación de algunos psicólogos. A menudo somos nosotros mismos quienes tiramos piedras sobre nuestro propio tejado.

Somos nosotros los que despreciamos el conocimiento formal cayendo en banalidades que inducen a la gente a pensar que eso es la psicología.

seriesparapsicologos

Somos nosotros quienes aceptamos participar en programas de radio y televisión, o escribimos en revistas de divulgación, ofreciendo una imagen frívola, consejos vacíos de contenido que reducen el sólido conocimiento psicológico a un conjunto de recetas con la misma relevancia que la lista de la compra.

Somos los psicólogos los que escribimos libros de autoayuda, que pueden llegar a convertirse en súper ventas, repletos de consejos y lugares comunes sin fundamentación científica alguna.

No digo que los libros de autoayuda sean necesariamente malos. En absoluto. De hecho, algunos son muy buenos, pero son lo que son: la epidermis de la psicología, la guinda del pastel. Para que así sea deben, eso sí, cimentarse en una potente base de conocimiento científico. Si el autor no lo deja claro y si el lector no lo entiende así, el texto no apoyará la imagen social del psicólogo y de su disciplina.

Hay un ejemplo que probablemente la mayoría de los lectores conocen. o del que han oído hablar: Duérmete niño, de Eduard Estivill y Sylvia de Bejar. Es un excelente manual para enseñar a los niños a dormir solos, aunque tiene dos peculiaridades:

1.- Está escrito por un médico, aunque el contenido es estrictamente psicológico.

2.- No incluye ni una sola referencia a la psicología, ni, por descontado, a los procesos de condicionamiento clásico y operante que explican el éxito del método descrito. Esos procesos están ahí y el psicólogo que posee la adecuada formación lo sabe. Ese conocimiento, deducir lo que las páginas del libro esconden, lo que hay detrás, le permite a ese psicólogo encontrar una solución cuando el método falla.

Todos sabemos presionar un interruptor para que se encienda la luz, pero pocos seremos capaces de arreglar la instalación eléctrica de la casa cuando hay un fallo cuya causa desconocemos.

Al igual que se confunde la inyección con el antibiótico se puede creer que la ligereza de un puente hace que su construcción está al alcance de cualquiera, pero eso supone ignorar los complejos cálculos que permiten que se mantenga en pie.

Algunos psicólogos caen en esa trampa. Son capaces de trivializar lo que hacen escondiendo el proceso experimental que hay detrás.

Lamentablemente, los propios psicólogos acaban confundiendo también el fruto con el proceso, trivializan su profesión y contribuyen al descrédito social de su disciplina.

Tenemos la responsabilidad de impedir que suceda eso, aprendiendo adecuadamente y exigiendo la mejor formación.

Depende de los propios psicólogos el desarrollo y fomento formal de su disciplina, así como de seguir progresando como ciencia.

 

2 respuestas a “La psicología como ciencia… a pesar de los psicólogos (por María Xesús Froxán Parga)

Add yours

Deja un comentario

Subir ↑