La asociación genética de la inteligencia con la salud mental

Hace ya algún tiempo que vengo suscribiendo la tesis de que la psique humana es un cosmos en el que algunos rasgos son más relevantes que otros para comprender la conducta.

El intelecto ocuparía un lugar estelar en ese cosmos.

Las variaciones en el rasgo inteligencia interactuarían con los demás rasgos para, por ejemplo, atenuar o incrementar sus efectos. Alguien muy neurótico, pero también muy inteligente, presentaría unos efectos visibles considerablemente diferentes a otro humano igual de neurótico, pero bastante menos inteligente.

Desde esa perspectiva puede ser relevante subrayar que las personas situadas una desviación típica por debajo de la media de la población en nivel intelectual, tal y como se estima con los test estandarizados en un determinado momento, presentan, dos décadas después, una mayor probabilidad de

-. Esquizofrenia (60%)

-. Trastorno del estado de ánimo (50%)

-. Alcoholismo (75%)

Otros trastornos que se asocian a las diferencias intelectuales son la depresión mayor, el TEA, el TDAH y el trastorno bipolar.

David Hill, Sarah Harris e Ian Deary se han preguntado si la inteligencia y la salud mental comparten una arquitectura genética.

Para encontrar respuestas consideran los resultados de los estudios GWAS (Genome Wide Association) para ambos fenotipos y buscan correlaciones genéticas a través de distintas bases de datos. Las correlaciones genéticas representan el efecto genético promedio compartido por los rasgos de interés.

Veamos algunas de esas correlaciones:

Inteligencia (I) x Anorexia = 0,06

I x TEA = 0,21

I x Esquizofrenia = -0,14

I x TDAH = -0,46

I x Neuroticismo = -0,29

I x Depresión Mayor = -0,30

Los autores recuerdan que la correlación genética de la inteligencia con el nivel educativo alcanzado es de 0,70, de modo que a menudo se ha usado el segundo como una aproximación a la primera.

Las correlaciones genéticas no permiten identificar las variantes implicadas en las asociaciones de los rasgos considerados. Tampoco suponen que las variantes identificadas, una vez identificadas, compartan un efecto coherente con la correlación.

2019 - Hill

En el panel A se presenta el Manhattan Plot del estudio GWAS sobre la inteligencia de Hill et al. (2018). Cada punto rojo representa un SNP (una unidad de variación genética) y los SNPs que cruzan la línea roja superan la significación estadística establecida.

En el panel B se presentan las correlaciones genéticas de la inteligencia con los trastornos mentales y con el neuroticismo. En rojo se representan las correlaciones negativas y en verde las correlaciones positivas. También se presentan las correlaciones de esos trastornos y del neuroticismo con la educación. El asterisco implica que la correlación resultó estadísticamente significativa.

Un modo de identificar los lugares (loci) con un efecto compartido supone examinar los SNPs (Single Nucleotide Polimorphisms) que alcanzan significación estadística a nivel de genoma, tanto para el caso de la inteligencia como para el de los trastornos mentales (aunque la película es algo más compleja –conjunctional false discovery rate).

¿Cómo interpretar un efecto genético compartido?

1.- Pleiotropía (polifenia) biológica. Por ejemplo, un SNP influye simultáneamente en los rasgos correlacionados.

2.- Pleiotropía mediatizada. Se puede observar cuando un primer fenotipo es un elemento causal de un segundo fenotipo. Las variantes genéticas relevantes para el primero también lo serían para el segundo.

3.- Pleiotropía espuria. Se observará cuando se produzca un error en la clasificación de un determinado fenotipo (p. e. cuando individuos con trastorno bipolar sean diagnosticados equivocadamente de esquizofrenia).

Las correlaciones genéticas no dejan de ser correlaciones, de modo que resulta inadmisible hablar de causalidad.

Para dar ese salto es necesario servirse de otro tipo de técnicas, como la Aleatorización Mendeliana (Mendelian Randomisation, MR). La idea es usar los SNPs identificados en un determinado estudio para clasificar a individuos independientes.

Sirviéndose de la MR se han propuesto mecanismos causales para la relación observada entre inteligencia y educación (la educación como causa de las diferencias intelectuales), y también para la relación de la inteligencia con la esquizofrenia, el TEA y el TDAH (en este caso la inteligencia como causa).

En resumidas cuentas, la exploración científica de esta clase de relaciones es, y seguirá siendo, compleja porque los rasgos son altamente poligenéticos.

Existe una carrera por averiguar cómo se expresan los efectos genéticos en el cerebro humano, bajo el supuesto de que el cóctel, protector o explosivo, se produce en ese órgano.

3 comentarios sobre “La asociación genética de la inteligencia con la salud mental

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  1. Muy interesante. Pero tengo una observación sobre el caso particular de las presuntas relaciones genéticas entre inteligencia y TDAH. Básicamente, concluyo que no tienen sentido, y me explico. De acuerdo con el criterio de «discrepancia» (que es el que sugiere el DSM-IV, y el DSM-V para diagnóstico del TDAH), una persona no podrá considerarse que presenta TDAH si su nivel de inteligencia es inferior a la media, es decir, si presenta un nivel bajo de inteligencia o funcionamiento cognitivo general que explica sus dificultades de atención. Por tanto, tiendo a pensar que los datos usados para esta investigación de correlaciones genéticas han partido de diagnósticos de TDAH inapropiados, donde a las personas se les había diagnosticado TDAH sin haber descartado que su nivel de inteligencia fuera bajo. Sólo en ese caso podría observarse una correlación entre TDAH e inteligencia. ¿Me he explicado bien?

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