Des-re-habilitando a Charles Murray

Este autor está acostumbrado a que, determinados individuos y asociaciones, le pongan a caer de un burro. No solamente por sus tesis, sino también por ser quien es. Los disparos ad hominem han sido usuales.

La primera vez que asistí a una de sus conferencias fue en 1997 en Dinamarca, donde habló, naturalmente, de la obra que publicó en 1994 junto al psicólogo del aprendizaje, Richard Herrnstein: The Bell Curve (TBC).

En 2009 estuvo en Madrid para el Congreso anual de la ‘International Society for Intelligence Research’ (ISIR). David Lubinski le entrevistó y el resultado es de recomendable visionado.

Soy un lector habitual de sus variadas obras (escritos y conferencias) y en este foro pude comentar distintos tipos de material (ninguno fue traducido al español, salvo algo que el Profesor Antonio Andrés-Pueyo y un servidor incluimos en el volumen ‘Ciencia y política de la inteligencia en la sociedad moderna’).

Aquí van ejemplos de post:

El Apollo de Charles Murray y Catherine Cox.

In Pursuit of Happiness and Good Government

Human accomplishment

Brasil

Real Education

En nuestras manos. Más allá del estado de bienestar

Coming Apart

By The People (y el 15M)

charles murray

John Derbyshire ha publicado un artículo titulado ‘The De-rehabilitation of Charles Murray’ en ‘Academic Questions’. No está en Open Access, así que me permitiré hacer algunos comentarios resultado de mi lectura de ese documento.

Derbyshire describe a Murray como un ‘datanaut’, alguien que navega por los datos para construir y apuntalar sólidamente sus tesis.

Relata el autor de este artículo la sensación de Murray respecto a cómo las aguas parecían haberse calmado después del duradero tumulto resultado de la publicación de TBC. Las vibraciones negativas hacia él parecían haber remitido y las discusiones eran más sosegadas y racionales.

Pero todo cambió con la llegada al poder de Donald Trump. Regresó a primera plana “la iracunda intolerancia hacia cualquier cosa, y hacia cualquiera, que discrepase del dogma socialmente aprobado. Las perspectivas que eran criticadas siguiendo unas reglas del juego sensatas, pasaron a ser denunciadas con celo apasionado desde los púlpitos de la academia”.

En el Middlebury College, por ejemplo, Murray (que había sido invitado para hablar de su obra ‘Coming Apart’) y su anfitriona (Allison Stanger) fueron acosados por un grupo de individuos encapuchados a la salida del evento (dentro de la sala la cosa fue algo más civilizada). A Stanger tuvieron que colocarle un collarín por las agresiones sufridas. Los encapuchados llegaron a zarandear violentamente su vehículo y hasta a tirarle del pelo a Stanger. Aún así, las autoridades académicas no hicieron el mínimo esfuerzo para identificar a los agresores, estudiantes del campus. Esos estudiantes sostuvieron que el invitado era un secuaz del odioso Presidente electo, y, por tanto, merecía ser castigado. Es, cuando menos, sorprendente porque Murray había manifestado expresamente, y con entusiasmo, su rechazo a Trump durante la campaña electoral.

Pero no se trataba de eso. Murray fue objeto de la ira de ese grupo de estudiantes porque representaba lo contrario a lo que Derbyshire denomina ‘La Ideología’, es decir, el modelo estándar de las ciencias sociales, la teoría de la tabla rasa, el neo-lysenkismo.

La esencia de esa Ideología es que los rasgos BIP (behavior, intelligence, and personality) son modelados por completo por las experiencias vividas, por el contexto. Atendiendo a las evidencias acumuladas por la ciencia (recuerden que Derbyshire le describe como  un ‘datanaut’), Murray se ha opuesto activamente a esa Ideología. Y eso resulta imperdonable, para siempre jamás, por los partisanos de esa ‘Ideología’.

murray - middlebury

Aún así, los hechos son tozudos y alimentan a los ‘datanauts’, aunque, en el caso de Murray, se añade que su prosa es demasiado elocuente como para ser ignorada fácilmente. Aguijonea a individuos susceptibles. El suceso del Middlebury College reabrió viejas heridas de los activistas de ‘La Ideología’ en tiempos de TBC.

La entrevista de más de dos horas que Sam Harris le hizo a Murray en abril de 2017 avivó aún más las llamas. Los académicos E. Turkheimer, K. P. Harden y R. Nisbett publicaron un escrito criticando algunos de los argumentos de Murray en esa entrevista y las aguas anegaron la costa.

Derbyshire ofrece en su artículo algunas pinceladas que contradicen a los autores de ese escrito, basándose en los informes a los que tuvo acceso –con bastante facilidad, se encarga de subrayar– y que apoyan lo que Murray declaró en la entrevista. El probablemente ejemplo más notable es su afirmación de que no hay genes que se asocien al nivel intelectual. Es falso. Por supuesto que los hay.

Darles la espalda a los hechos no tendrá el efecto de hacerles desaparecer de la faz de la tierra. Solo conseguirá que los ciudadanos científicamente ilustrados se pregunten: “¿en qué mundo residen estos individuos?” Eso es lo que sugiere el artículo de David Reich publicado en el New York Times.

Así termina el artículo de Derbyshire:

Mientras tanto, Charles Murray me informa que está ahora trabajando duro en un nuevo libro titulado ‘Human differences: Gender, Race, and Genes’.

Así es, el ‘datanaut’ ha vuelto a alta mar con su brújula, su sextante y su radar.

Atendiendo al título provisional de ese libro, parece que su espíritu sigue fielmente la mejor tradición náutica:

¡a la porra con los torpedos!

 

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