Religión, homicidio e inteligencia

Son legión los científicos que han compatibilizado, sin mayores problemas, sus orientaciones religiosas con una actividad profesional en la que las pruebas contundentes son la esencia del ser o no ser. Un ejemplo destacado es el director del NIH, Francis Collins.

Pero eso sucede a nivel individual. Personas con una alta sofisticación intelectual y educativa pueden ser tan o más religiosos que aquellas cuyo nivel en esas dos variables está bastante por debajo.

En la investigación que hoy comentaremos se formula una pregunta relacionada en alguna medida, pero también bastante diferente: ¿es posible que el nivel cognitivo (o intelectual) promedio de los países interactúe con su nivel promedio de religiosidad y la presencia de conductas antisociales como el homicidio?

El informe resultante se ha aceptado para su publicación en ‘Psychological Science’. En él se concluye, después de un complejo y enrevesado análisis, que la religión se asocia a una reducción del comportamiento violento.

Eso si, ese patrón solamente se aplica a países en los que su nivel cognitivo (o intelectual) promedio se sitúa una desviación típica por debajo de la media mundial, mientras que en aquellos países que presentan valores promedio una desviación típica por encima de la media mundial el efecto es casi invisible.

Para contrastar su hipótesis general de que la religión contribuye a promover la conducta prosocial, se compara a cuantos países del orbe pueden según la disponibilidad de datos, tanto a través del tiempo (estudio 1, 176 países durante 65 años, desde 1945) como entre sí (estudio 2).

Religion

No obstante, consideran el hecho de que se han documentado robustas asociaciones entre nivel intelectual (CI) y conducta antisocial, así como entre ésta y el nivel de autocontrol. Pero puesto que solo se dispone de datos de CI a nivel de país, se ven obligados a basar sus cálculos en este factor e ignorar el autocontrol.

Según ellos, “unos mayores niveles, tanto de inteligencia como de autocontrol, contribuyen a que los ciudadanos disfruten de capacidades para actuar en ambientes socialmente complejos en los que existen altas demandas de cooperación y de coordinación (…) la religión puede ser menos útil cuando las personas de un país presentan altos niveles en esos dos factores.”

En suma, la hipótesis general se transforma del siguiente modo:

El nivel intelectual promedio de los países moderará la asociación de la religión con la conducta antisocial.

En cuanto a los resultados del primer estudio, se observa que los cambios en religiosidad no se asocian a la conducta antisocial (valorada por el número de homicidios) a través del tiempo. Sin embargo, al incluir en los cálculos el nivel intelectual, el panorama cambia. El incremento en religiosidad se asocia a una reducción de los homicidios en países con un CI una desviación típica por debajo de la media mundial (Betas entre -0,33 y -0,46). En cambio, en los países con un CI una desviación típica por encima de la media mundial, esa asociación se aproxima a 0 (Betas entre 0,10 y 0,15).

Con respecto al segundo estudio, recordemos que se centra en explorar la interacción entre el CI nacional y la religiosidad en cuanto al impacto en el número de homicidios. Una de las facetas más atractivas de este estudio es que calculan un análisis multiverso, que ofrece resultados más robustos que las derivadas de las investigaciones pre-registradas porque se ponen a prueba todos los modelos posibles (en su caso 171 modelos para 195 países) y se informa de todos los resultados en lugar de solamente aquellos elegidos por los investigadores a priori.

El nivel de religiosidad y el CI se calculan mediante distintas aproximaciones, pero también se controlan una serie de variables que pueden llegar a enturbiar los resultados (p. e. el producto interior bruto –GDP, el índice Gini –desigualdad social–, la densidad de población o el nivel educativo de los países comparados).

Al calcular las correlaciones entre las variables se observa que:

1.- El número de homicidios se asocia negativamente con el CI (r = entre – 0,37 y -0,42), pero también con el GDP (r = -0,17) y el nivel educativo del país (r = -0,25).

2.- El número de homicidios no se asocia con la densidad de población del país y apenas lo hace con la religiosidad.

3.- Un mayor CI se asocia al GDP (r = 0,70), a la densidad de población (r = 0,19), al nivel educativo (r = 0,58), así como a una menor religiosidad (r = entre -0,48 y -0,7) y a una menor desigualdad (r = -0,47).

4.- Finalmente, una mayor religiosidad se asocia a un menor GDP (r = entre -0,31 y -0,6), a un menor nivel educativo (r = entre -0,30 y -0,59), así como a una mayor desigualdad (r = entre 0,18 y 0,5), pero no se asocia a la densidad de población.

La siguiente figura muestra qué sucede para la interacción de interés según las distintas estimaciones de las variables relevantes.

2019_Clark

Es decir, solamente se observa la interacción en países que presentan una puntuación promedio de CI una desviación típica por debajo de la media mundial.

Los autores se enzarzan en otros análisis para satisfacer a los (cabe imaginar) curiosos revisores, pero no entraremos aquí en más detalles. El panorama general apenas se mueve de algún modo revelador.

En la discusión, este grupo insiste en que sus resultados deben ser leídos con cautela. Y hacen bien, por tutatis, debido a que es demasiado tentador llegar a la conclusión de que en los países en los que el nivel cognitivo (o intelectual) promedio de la población es mejorable, la religión puede ser útil para controlar sus tendencias destructivas. Ellos mismos caen en esa tentación, sin demasiados miramientos, al cerrar su informe:

“Los valores que suscriben los grupos humanos con altos niveles de educación (como el secularismo, las doctrinas libertarias, la reforma del sistema judicial o la socio-sexualidad sin restricciones) pueden funcionar en su caso, pero pueden ser perjudiciales en grupos en los que intelecto y autocontrol presentan un bajo nivel

(…) los grupos con altos niveles de educación e inteligencia deben ser humildes a la hora de promocionar sus propios valores y deberían dejar de mofarse de determinadas narrativas culturales y normas ajenas a su propia cultura

(…) determinadas instituciones culturales, como la religión o las normativas sobre los matrimonios, que las poblaciones de alto CI denigran por considerarlas desfasadas, pueden seguir cumpliendo una función en determinadas poblaciones.”

Por supuesto, lo que estos autores observan puede cambiar a corto o medio plazo porque las sociedades no son entidades estáticas en absoluto. Al contrario: las sociedades cambian, aunque, parafraseando a Orwell, algunas cambian más que otras.

Una respuesta a “Religión, homicidio e inteligencia

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  1. Es una conclusión sensata que se corresponde con lo que ya se ha dicho desde la sociología y la historia de las religiones. La aparición de las grandes religiones se produce sobre todo tras el neolítico y contribuye a dar cohesión social y mejorar el comportamiento de las personas en general. Con el paso del tiempo, la mejora del nivel cognitivo y de la educación de las personas permite desarrollar otras estrategias de control social que contribuyen a mejorar el comportamiento humano. Recordemos las intuiciones presentes en el gran estudio de Pinker sobre la disminución de la violencia.

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