Violencia en la pareja: Resultados derivados del Estudio Dunedin

Cuando cambiábamos de milenio, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos publicó un informe basado en los resultados sobre violencia en la pareja derivados del Estudio Longitudinal de Dunedin. Los autores encargados de preparar el informe fueron Terrie E. Moffitt y Avshalom Caspi.

Puede ser interesante saber que ese informe se dirigía a los profesionales relacionados con la salud mental, a los servicios de urgencias de medicina general, a quienes se dedican a la delincuencia juvenil, el consumo de sustancias y los especialistas en violencia. A los inspectores de salud pública y justicia juvenil. A los jueces, científicos sociales e investigadores que deben considerar evidencia sobre la prevención de la violencia.

La evidencia provenía de los más de mil individuos que se había seguido desde su nacimiento en 1972-73. En concreto, del seguimiento que se hizo cuando tenían 21 años de edad.

Los siguientes fueron los principales resultados:

1.- El recuerdo de los sucesos violentos era similar para ambos miembros de la pareja en un 80% de los casos. No con respecto a la naturaleza concreta de los actos violentos, pero sí en relación a la presencia de alguna clase de violencia.

2.- Los factores de riesgo para el caso de los varones eran pobreza y un bajo nivel académico. En el caso de las mujeres esos factores se asociaban a la disciplina en el ambiente familiar (familias severas y padres conflictivos).

Ambos sexos presentaron un pasado de conducta agresiva. El factor de riesgo más relevante para varones y mujeres, tanto agresores como víctimas, fue el registro de conductas antisociales con agresión antes de los 15 años de edad.

3.- Un 27% de las mujeres y un 34% de los varones del estudio Dunedin declaran haber sido agredidos físicamente por sus parejas.

Un 37% de las mujeres y un 22% de los varones declaran haber ejercido esa violencia.

4.- El 65% de las mujeres que han sufrido una agresión física seria, así como el 88% de los varones agresores, presentan uno o más trastornos mentales.

5.- Las mujeres que ya son madres a los 21 años de edad presentan el doble de probabilidad de ser víctimas de violencia doméstica que las que no.

Los varones que ya son padres a esa misma edad presentan tres veces más probabilidades de agredir que los que no.

Por tanto, el panorama es complejo, alejado de las simplistas consignas a las que estamos acostumbrados cuando se produce un (desgraciado) nuevo caso de violencia doméstica.

1999 Moffitt

Los autores de este informe subrayan que la educación sobre la violencia es tan relevante como la educación sexual de cara a promover relaciones saludables. Esos dos tipos de educación deberían ser paralelas y desarrollarse coordinadamente durante el periodo de enseñanza secundaria.

Quizá uno de los resultados más interesantes es que los factores de riesgo para la violencia doméstica son válidos también para otros tipos de conductas antisociales. De hecho, determinados científicos y profesionales rechazan la distinción entre ambos tipos de violencia. Es habitual que los registros policiales tengan fichas de quienes cometen actos de violencia doméstica, puesto que realizaron actos antisociales con anterioridad fuera de ese ámbito familiar.

Probablemente el dato más llamativo es que las mujeres del Estudio Dunedin declaran cometer actos de violencia doméstica con mayor frecuencia que los varones.

Pero es más esclarecedor que esa evidencia no solamente se observa en ese estudio, sino que también se aprecia esa tendencia en otros dos estudios hechos en los Estados Unidos: National Family Violence y National Youth.

A pesar de esa concordancia, el resultado es controvertido.

Aún así, el hecho es que las mujeres que han sido víctimas presentan diez veces más probabilidades de ser también agresoras. En el caso de los varones, los agresores presentan 19 veces más probabilidades de ser víctimas. Por tanto, la violencia es mutua.

En resumen, tres son quizá los elementos fundamentales de la violencia doméstica según la evidencia revisada en este informe:

  • Los individuos violentos provienen de familias conflictivas, han abandonado el colegio prematuramente y presentan un historial de delincuencia juvenil.
  • Las relaciones más violentas se observan en padres jóvenes de niños pequeños, especialmente cuando no están casados.
  • La violencia se complica por otros problemas de conducta, especialmente el paro, los trastornos mentales, el consumo de sustancias y la violencia contra personas fuera del ámbito doméstico.

Los factores de riesgo valorados en la infancia y la adolescencia que se asocian a la violencia doméstica posterior –independientemente del sexo y de ser agresor o víctima—son: familia monoparental, nivel de apego padres-hijos, abandono de los estudios, problemas de conducta, conductas delictivas de naturaleza agresiva y consumo de sustancias.

Los programas sociales destinados a corregir conductas indeseables deben basarse en la mejor evidencia de la que dispongamos. Darle la espalda a esa evidencia constituye una grave irresponsabilidad. Centrarse en una parte de la ecuación de la violencia producirá un resultado en el mejor de los casos incompleto, y, en el peor, completamente falso.

El agresor es indudablemente una parte crucial del problema, pero no se puede dejar a un lado el papel de la víctima. Las interacciones sociales solamente pueden comprenderse considerando los elementos que interactúan y las características individuales de esos elementos. Aislar alguno de esos elementos del resto impedirá alcanzar la comprensión necesaria para encontrar soluciones eficientes.

A menudo da la sensación de que no se quiere llegar a la meta, de que se desea prolongar el agónico viaje.

 

15 respuestas a “Violencia en la pareja: Resultados derivados del Estudio Dunedin

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  1. Desde luego un estudio provocador que rompe algunas ideas profundamente arraigadas, en especial las que señalan que la violencia es prácticamente siempre de los hombres sobre las mujeres. Necesito leer con tranquilidad el texto en inglés para salir de este estimulante conflicto cognitivo. Las otras conclusiones me parecen más claras y creo que ayudan a superar esa etiqueta tan simple como vacía de «violencia machista», como si el machismo explicara algo, a no ser que sea tautológico: machista iugal a personas que ejerce violencia contra las mujeres.

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  2. Gracias por tu comentario, Félix. Si la meta es minimizar la probabilidad de esos desgraciados sucesos, entonces merece la pena ver el panorama global, no dejar fuera elementos que pueden ser relevantes. No se trata de ‘provocar’ sino de evaluar lo más adecuada e imparcialmente que se pueda ese complejo problema.

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    1. Totalmente de acuerdo. Esa es la meta y no es en absoluto un objetivo sencillo, menos si se ignoran datos que sin duda son relevantes.
      Curiosamente, comenté tu texto con una compañera y me dijo que no le extrañaba. Se limitó a comentar: las mujeres somos duras en violencia psicológica,algo que ya me había comentado alumnas de secundaria en mi instituto.

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  3. El problema con el informe/investigación del estudio Dunedin es el mismo que ocurre en otros en el que la base para averiguar cuántas personas han sido violentadas en el ámbito del género es el AUTOINFORME, considerar como «fundamental» un resultado proveniente de esta fuente es más que aventurero y controvertido, si bien todo resultado en el campo científico es provisional, en este caso, a falta de términos mejores, es «doblemente provisional» ¿cuál sería el concepto que usan las personas para decir que son agresores o agresoras? o para decir que son víctimas? como señalan varios especialistas y la experiencia de los que estamos involucrados en este campo, es que los varones agresores domésticos están convencidos totalmente que ellos son víctimas y sus parejas las agresoras ¿qué confianza existe para que una mujer agredida no haya asumido el discurso del agresor y considerarse con ese introyecto una «agresora» y así declararlo en la encuesta?

    Pienso que hay que tener mucho cuidado con estos datos, por ser profesionales , la gente de a pie nos cree más, y como todo el mundo sabe, o intuye, ser profesionales no nos hace inmunes a los prejuicios.

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    1. El informe Dunedin cuenta con una amplísima batería de garantías para evitar los riesgos del «autoinforme». Por una parte, se parte de un detallado cuestionario de las conductas consideradas como «violentas» (no se pregunta por la «violencia» en abstracto, sino por la existencia de una serie de hechos claramente definidos). Por otra parte, no se trata de una encuesta realizada «de una sola vez», sino que se parte de una amplia (amplísima) base estadística (una corte de edad completa) a la que se va siguiendo durante muchos años (varios decenios) con encuestas periódicas. Y, en fin, no sólo se pregunta por aquellas conductas de las que el entrevistado o entrevistada se considera «víctima», sino también por aquellas de las que se reconoce responsable, de tal forma que luego es posible comprobar si los datos ofrecidos por cada uno de los miembros de la pareja encajan con los ofrecidos por el otro.

      Puede compararse el escrúpulo con el que se ha hecho el informe Dunedin, con el procedimiento seguido por el Ministerio de Justicia español para evaluar el alcance de la violencia doméstica: sólo se entrevista a mujeres, de forma anónima y por teléfono, y sólo se les pregunta por aquellas conductas de las que se consideran víctimas. Entre las preguntas que se les plantean hay algunas como «se burla o ironiza sobre sus opiniones personales o políticas» o «no le da el dinero suficiente»: basta con responder «alguna vez» a cualquiera de estas preguntas, para que la entrevistada pase a ser considerada como «víctima de violencia de género».

      El informe Dunedin pretende conocer la realidad para luego disponer de datos objetivos sobre los que hacer reformas legales. La «macroencuesta» de nuestro Ministerio de Justicia, por el contrario, sólo pretende justificar las decisiones políticas previamente tomadas.

      Por lo demás, los datos del informe Dunedin coinciden con los de muchos cientos de estudios académicos y encuestas oficiales. En una página electrónica española es posible encontrar un resumen de medio millar de estudios, con los consiguientes hipervínculos a la documentación original: http://www.escorrecto.org

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      1. Estás aludiendo al estudio «relevante» de Javier Alvarez Deca, esta persona ha hecho una colección infame de «investigaciones empíricas» en las que, como señalan varios autores, llega a conclusiones que no se desprenden de las premisas de esos mismos estudios. Terminé mi ultima intervención diciendo que «ser profesionales no nos hace inmunes a los prejuicios», al parecer , ser «investigador» tampoco, el señor Alvarez Deca lo demuestra palmariamente. El tema de la «violencia de género bidireccional» no sólo nos aleja de la realidad y de los hechos positivos, también nos plantea problemas éticos porque oculta la responsabilidad de quines inician el maltrato, eso ya no es un tema exclusivamente científico.

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      2. El señor Álvarez Decca no ha hecho ningún estudio «relevante», sino sencillamente una gran recopilación de medio millar de estudios sobre la violencia de la pareja, publicados por muy diversos autores en muy diversas revistas científicas debidamente acreditadas. No sé si el propio Álvarez Decca es o no es un investigador profesional en alguna universidad o centro de estudios oficial, pero tal dato es absolutamente irrelevante, porque lo único que importa es que en su página están disponibles los hipervínculos y las referencias que permiten acceder a todos y cada uno de esos estudios.
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        Del mismo modo que su respuesta anterior indicaba que no se había tomado la molestia de ni siquiera leer el ‘abstract’ del Estudio Dunedin, su respuesta de ahora indica que mucho menos se va a tomar la molestia de leer, o siquiera «hojear» alguno de ese medio millar de estudios que, en general, confirman una y otra vez lo mismo que indica el Estudio Dunedin.

        es que usted no tiene la más mínima intención de consultar algo que pueda desmentir sus prejuicios, y se limita a decir que «según señalan diversos autores» ha hecho una «colección infame de investigaciones empíricas». Vamos, que entre el criterio de autoridad (y de una autoridad tan rotunda como «diversos autores») y los datos positivos, usted prefiere el criterio de autoridad.
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        Como usted dice, «ser profesionales no nos hace inmunes a los prejuicios”. Seguramente el profesional menos inmune a los prejuicios es aquel cuya carrera profesional depende de lo férreamente que se agarre a sus prejuicios. En España, ahora mismo, hay mil millones de nuevas razones (incluidas en los Presupuestos Generales del Estado) para que se continúe con los prejuicios que dan de comer a varios cientos de supuestos profesionales.
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        También dice usted: «El tema de la “violencia de género bidireccional” no sólo nos aleja de la realidad y de los hechos positivos…» [¿por qué nos aleja de «la realidad» y «los hechos positivos»? ¿Me podría usted decir qué metodología le permite a usted conocer esa «realidad» y esos «hechos positivos» mejor que ese medio millar de estudios científicos?] «…también nos plantea problemas éticos porque oculta la responsabilidad de quienes inician el maltrato, eso ya no es un tema exclusivamente científico.» ¿Está usted insinuando que, a pesar de lo que ha dicho antes, al final sí acepta que la violencia dentro de la pareja puede ser «bidireccional», pero que ahora lo que importa es cuál de los dos ha iniciado el maltrato? ¿Y por qué cree que esto último «ya no es un tema exclusivamente científico»? Hay numerosos estudios que, entre las variables que toman en consideración, incluyen la de quién inició la agresión. Permítame que le indique los hipervínculos de tres de ellos:

        Haz clic para acceder a nihms13630.pdf

        https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0160252709000296
        http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0886260512436391

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  4. Meta-analyses of sex differences in physical aggression to heterosexual partners and in its physical consequences are reported. Women were slightly more likely (d = -.05) than men to use one or more act of physical aggression and to use such acts more frequently. Men were more likely (d = . 15) to inflict an injury, and overall, 62% of those injured by a partner were women (Archer, 2000, Psychological Bulletin, 126, 5, 651-680 –Sex differences in aggression between heterosexual partners: A meta-analysis).

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