Grit, inteligencia, educación e ingresos

Considerando una muestra representativa de la población, dos científicos israelitas han mostrado que la capacidad intelectual pronostica de modo considerablemente más potente que el grit tanto el éxito educativo como el ocupacional.

In a representative sample Grit has a negligible effect on educational and economic success compared to intelligence

El hecho de que estos científicos exploren individuos que representan a la población resulta clave porque permite tener en cuenta una variabilidad intelectual realista en lugar de restringida.

Hice ya referencia en este foro al grit, aunque conviene recordar ahora que se define como “la perseverancia y la pasión por alcanzar objetivos a largo plazo”. Como es usual entre los gurús de esos novedosos y revolucionarios conceptos que asolan a la psicología, se sostiene que las diferencias individuales en ese grit superan ampliamente la validez de pronóstico que puede alcanzarse recurriendo a los clásicos (y por supuesto obsoletos) factores psicológicos. Faltaría más.

El blanco por batir es, por supuesto, la capacidad intelectual.

En 2008 se publicaron 76 artículos sobre el grit, pero en 2018 ya fueron más de 1.600 artículos publicados sobre ese supuesto arrasador factor psicológico. Así somos los psicólogos de proclives ante las modas.

La principal promotora del grit es Angela Duckworth, quien declara pasionalmente que el grit es el único factor no cognitivo que rivaliza con la capacidad intelectual. Sin embargo, un meta-análisis publicado en 2017 reveló que la relevancia del grit es bastante menor de lo que les gustaría a Duckworth y sus seguidores. Lamentablemente, ese meta-análisis no pudo averiguar cómo compiten la capacidad intelectual y el rasgo de personalidad que representa a la responsabilidad con el grit usando la misma base de datos. Tampoco consideró el éxito laboral como resultado social de interés, de ahí la relevancia del informe que comentaremos seguidamente en el que, además, como se anunció antes, se estudia una muestra representativa de la población, algo evitado activamente en los estudios publicados centrados en muestras selectas en las que la variación en capacidad intelectual se encuentra severamente limitada.

La base de datos que se considera en el informe que ahora comentamos es la del NLSY97, compuesta por 8.984 estadounidenses nacidos entre 1980 y 1984. La primera vez que fueron evaluados, en 1997, tenían entre 12 y 17 años. Desde ese momento se les ha evaluado en 17 ocasiones. Se evaluó su inteligencia es 1999 (cuando tenían entre 15 y 19 años), el grit en 2013 (cuando tenían entre 29 y 34 años) y los resultados sociales de interés (educación y ocupación) en 2015 (cuando tenían entre 31 y 36 años).

Los cálculos son bastante simples: el grit, la capacidad intelectual y los rasgos de la personalidad del modelo Big Five compiten para pronosticar el nivel de éxito educativo (calificaciones y alcance) y ocupacional (salario).

Ahí va un resumen de los resultados observados:

1.- El nivel socioeconómico de sus familias de origen se asoció al nivel intelectual de los individuos considerados (r = 0.45).

2.- Su nivel intelectual fue independiente de su grit (r = -0.002).

3.- Las correlaciones del grit con las medidas de éxito fueron las siguientes: alcance educativo (r = 0.10), calificaciones escolares (r = 0.07) y salarios (r = 0.08).

4.- Las correlaciones de la capacidad intelectual con las medidas de éxito fueron las siguientes: alcance educativo (r = 0.57), calificaciones escolares (r = 0.52) y salarios (r = 0.31).

Los autores señalan que se observan esos resultados a pesar de la ventaja favorable a la proximidad temporal de las medidas de grit y de los resultados sociales: “sus respuestas al cuestionario sobre el grit pueden representar una reflexión retrospectiva sobre su propio éxito educativo y laboral.” El hecho resulta sospechoso.

En la siguiente fase, se calculan análisis de regresión que van más allá de las correlaciones brutas.

En el primer modelo de regresión solamente se consideran el grit y la capacidad intelectual para ofrecerle una ventaja al grit al ignorar otros factores no cognitivos. En el segundo modelo se incluyen también los rasgos de personalidad del Big Five. En ambos modelos se controla el nivel socioeconómico familiar de los individuos, así como su sexo.

Los resultados del primer modelo señalaron que la capacidad intelectual permite pronosticar entre 16 y 30 veces mejor que el grit el éxito educativo, así como 5 veces mejor el éxito ocupacional.

Al añadir los rasgos del Big Five, la validez de pronóstico del grit se redujo en un 65%. En este segundo modelo, la inteligencia pronostica entre 13 y 90 veces mejor que el grit el éxito educativo, así como 13 veces mejor que el grit el éxito laboral. El rasgo de personalidad que absorbe al grit es, naturalmente, la responsabilidad. Los autores no se reprimen al subrayar que Duckworth ignora sistemáticamente a la responsabilidad en su investigación.

Seguidamente se demuestra la relevancia de considerar muestras no representativas de la población, dividiendo su muestra representativa en cuatro partes según los niveles socioeconómicos de los participantes, desde los niveles más bajos a los más altos. La división reduce la variabilidad en inteligencia, pero no en el grit. Aun así, esa división en absoluto logra que desaparezca el impacto de la capacidad intelectual, que mantiene el tipo con significativa solidez.

Cuando se divide a la muestra representativa según sus distintos niveles de inteligencia, en lugar de según su distinto nivel socioeconómico, el impacto es claramente más visible. Este cálculo permite revelar el significativo sesgo de las investigaciones publicadas por el grupo de Duckworth con muestras cognitivamente selectas.

En la discusión, estos científicos señalan que Duckworth ha observado correlaciones negativas entre el grit y la capacidad intelectual, a diferencia de la nula correlación que ellos identifican en su muestra representativa. ¿Por qué esa discrepancia? En sus propias palabras, “una correlación negativa entre predictores que no deberían correlacionarse, o que incluso deberían correlacionar positivamente, es un fenómeno usual cuando se consideran muestras no representativas (…) en algunos de los estudios publicados por Duckworth puede explicarse por el hecho de que estudiantes con un bajo nivel intelectual compensan la coyuntura mediante su grit.”

Aunque ellos omiten más comentarios sobre esa ultima combinación, quizá podría decirse que es un resultado positivo para quienes mantienen que aquellos que poseen bajos niveles de inteligencia son los más beneficiados de la actuación de rasgos no cognitivos a la hora de mejorar determinados resultados sociales. Eso sí, con la salvedad de que puede ser bastante más complicado de lo que se supone de modo demasiado optimista alcanzar el objetivo de mejorar el grit o el nivel de responsabilidad de los implicados.

Si le preguntásemos a un ciudadano anónimo si prefiere ser calificado de vago o de incapaz, ¿por cuál de ellos optaría?

Al responder esa pregunta hallaremos la esencia de este post.

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