Charles F. Lummis y su ‘The Spanish Pioneers’ (1893)

Al abrir la edición española de ‘The Spanish Pioneers’ (1893) cuyo título para la traducción fue ‘Los exploradores españoles del siglo XVI. Vindicación de la acción colonizadora española en América’ (1916) se hace una semblanza de su autor, Charles Fletcher Lummis (1859-1928), para, quizá, ayudar al lector a comprender el por qué de esa obra:

“Una biografía detallada de este humano extraordinario parecería más bien una leyenda o una novela, que la historia real y verdadera de una viviente personalidad.”

Detalles como los siguientes ayudan a configurar una idea sobre el autor:

1.- En 1883, es decir, cuando tiene 24 años, decide caminar desde Ohio hasta California (5.642 km) invirtiendo en la empresa 147 días, es decir, cubre casi 40 km al día. Los actuales caminantes de la ruta jacobea son meros aficionados.

2.- Al llegar a Los Ángeles comienza a trabajar en un periódico. La intensa actividad mantenida durante cuatro años desemboca en un ataque de hemiplejía que le paraliza el lado izquierdo de su cuerpo y le deja sin habla.

3.- Decide mudarse a Nuevo Méjico para recuperarse, donde permanece cuatro años. Durante ese periodo aprende las costumbres de los aborígenes, así como dos de sus idiomas. Logra una completa restauración de su salud, así como de la pérdida de la vista que sufrió tiempo después.

4.- A consecuencia de lo que aprendió en Nuevo Méjico decide emprender una aventura para conocer Texas, Colorado, Utah, Arizona y California, además de Méjico, América central, Perú y Bolivia. Pretendía pisar los lugares explorados por los pioneros españoles. Se mimetiza con los habitantes de las distintas regiones por las que pasa porque “un país se compone de mendigos, peones, científicos y gobernantes.”

5.- Vuelve a Los Ángeles en 1894, construye su propia casa y funda dos periódicos.

6.- La publicación de ‘The Spanish Pioneers’ le valió que el gobierno español le concediese la encomienda de Isabel la Católica.

Al comenzar la obra que estamos comentando confiesa que “a España corresponde el honor de brindarle América al mundo, no solamente por su descubrimiento sino por siglos de un talante pionero jamás igualado por ninguna otra nación.” Pretende enseñarles a los jóvenes de su país verdades que, según él, deberían tener siempre presentes (“el capítulo más galante y romántico de la historia de América”).

Se apresura a subrayar que Cristóbal llegó al nuevo mundo como español, desde España, amparado por la fe y el dinero español, dentro de barcos españoles y con tripulación española. Que su supuesto origen fuera genovés es, para nuestro autor, completamente irrelevante. También, por supuesto, tomó posesión de lo descubierto en nombre y como representante de España. Fue una empresa española, por supuesto, la que envió a quien finalmente dio nombre al continente (Amerigo Vespucci). Escribe Lummis con bastante asertividad:

“Fue un impresor alemán el responsable de convertirle en inmerecido padrino de una tierra que apenas pisó. Usar su nombre para bautizar al nuevo mundo fue entonces una injusticia tan ignorante como es ahora ridícula.”

A pesar de lo que digan las enciclopedias, resalta Lummis, el hecho es que la bahía de Rio de Janeiro fue descubierta por Cabral, no por Vespucci. El primer mapa de América fue dibujado por Juan de la Cosa en 1500 y la primera geografía fue obra de Enciso en 1517.

España fue la única nación que decidió no sestear durante un siglo, mientras las demás naciones eran incapaces de ponderar el verdadero calado del hallazgo que supuso el nuevo mundo. Fue un periodo increíble en el que España convirtió varios reinos en inalienables partes de ella misma. El primer asentamiento inglés (Jamestown) no se produjo hasta 1607:

“Fueron Spaniards quienes primero vieron y exploraron el mayor golfo del mundo; Spaniards quienes descubrieron los dos ríos más grandes; Spaniards quienes hallaron el mayor océano; Spaniards quienes primero se percataron de la existencia de dos continentes en América; Spaniards quienes primero dieron la vuelta al mundo.”

El espiritu explorador del esos Spaniards debe calificarse de sobrehumano:

“¿Cómo se puede explicar que un pobre lugarteniente, acompañado de veinte soldados, decidiese cruzar un demencial desierto para contemplar el Gran Cañón tres siglos antes de que fuese visto por ningún ojo inglés?”

Lummis parece incapaz de encajar que ningún libro de texto inglés jamás mencione (a) al primer hombre en circunnavegar el mundo (un Spaniard), (b) al que descubrió Brasil (un Spaniard), (c) al que descubrió California (un Spaniard), (d) ni aquellos cientos de Spaniards que fueron los primeros en colonizar lo que es actualmente los Estados Unidos:

Es llegado el momento de corregir esas injusticias, de recuperar las numerosas historias ignoradas por nuestros padres, porque deberían interesar a los genuinos americanos (…) construyeron las primeras ciudades, abrieron las primeras iglesias, escuelas y universidades. Trajeron la primera imprenta e imprimieron los primeros libros. Escribieron los primeros diccionarios, historias y geografías. Trajeron a los primeros misioneros.”

También destaca Lummis la avanzada legislación de los Spaniards sobre los indígenas, “incomparablemente más humana que la de Gran Bretaña, sus colonias y los Estados Unidos en la actualidad.” Hubo escuelas para los indígenas desde 1524. En 1575 se habían publicado libros en doce idiomas indígenas diferentes. Una gran parte de los pioneros españoles fueron universitarios y “su inteligencia discurría paralela a su heroísmo durante los primeros asentamientos en el nuevo mundo (…) ninguna nación ha sido capaz de producir 100 Stanleys ni 4 Julio César en un siglo.”

Lummis relata la especial relación de Isabel y Columbus, antes de mostrarse admirado por la perseverancia del almirante. Tras el descubrimiento, Europa se interesó vagamente por las extrañas noticias provenientes de España. Vuelve a subrayar el respeto de las leyes españolas para con los indígenas, contrastándolo con figuras como Sir John Hawkins o Sir Francis Drake, quienes amasaron fortuna vendiendo africanos como esclavos y asaltando indefensos buques y colonias españolas:

“Los sajones no mostraron el mínimo interés por América en tanto no la vieron como una oportunidad de hacer negocios.”

Por supuesto, Lummis repasa con esmero figuras como Cortés o Pizarro, pero su figura predilecta es el segundo. Señala que es fácil considerar a los Spaniards más exploradores que conquistadores. Portugal ignoró a Magallanes, pero España le acogió con entusiasmo. La expedición que circunnavegó el mundo, y que él dirigió al comienzo, pero que culminó Juan Sebastián Elcano, debe considerarse una empresa española.

Al abrir el capitulo 8 Lummis hace un resumen sobre la situación del nuevo mundo al comienzo del siglo XVII:

“Una vez descubrió las américas, España, en poco menos de un siglo de incesante descubrimiento y conquista, se había asentado y civilizaba con entusiasmo a los pueblos. Habían fundado cientos de ciudades, cuyos extremos estaban separados por casi diez mil kilómetros, y que disfrutaban de todas las ventajas de la civilización. Dos de esas ciudades se localizaban en los actuales Estados Unidos (…) si España no hubiera existido hace 400 años, no existirían hoy los Estados Unidos. Debería ser una fascinante historia para todo genuino americano, porque cualquier americano que merezca ese nombre admira el heroísmo y ama el fairplay, de modo que es el primer interesado en conocer la verdad sobre su propio país.”

¡Ay si Lummis levantara la cabeza!

En la segunda parte se orienta hacia dos incomprensiblemente desconocidos exploradores: Alvar Nuñez Cabeza de Vaca y Andrés Docampo:

“Los viajes de estos dos olvidados héroes no tienen comparación alguna (…) un viaje entre dos lugares conocidos, aunque entre ambos reine lo salvaje, es bastante diferente a un viaje entre algún lugar, a través de lo desconocido, y hacia ninguna parte.”

Naturalmente, Lummis destaca el papel protagonista de los misioneros, sin cuya presencia sería difícil entender la historia del continente. Entre otras muchas cosas, lograron que los sangrientos pueblos que practicaban sacrificios humanos entendieran su error. Contribuyeron, también, a narrar la historia de los pueblos indígenas de América.

Critica a quienes sostienen que los Spaniard estaban exclusivamente interesados por el oro y la plata americana. Su afan civilizador contrasta, según él, con la fiebre del oro de los sajones.

Dedica la tercera parte a Pizarro y su conquista de Perú. Franciso se hizo a sí mismo. Al repasar la vida de este explorador, Lummis aprovecha para subrayar lo que supuso el descubrimiento del nuevo mundo para muchos jóvenes destinados a la nada social:

Fue, de hecho, el gran comienzo de la libertad humana, la primera vez que se abrió la puerta a la igualdad, la primera semilla de naciones libres como la nuestra (…) prácticamente todos quienes alcanzaron renombre en América no eran nada en el viejo mundo.”

Con 50 años, Pizarro aún era pobre, a pesar de haber estado con Balboa al descubrir el pacífico. Aprovecha algunas de las primeras expediciones de Pizarro para destruir el mito del supuesto factor protector de las armaduras españolas. Los soldados españoles resultaban abundantemente heridos por las flechas indígenas y se freían dentro de ellas por las altas temperaturas.

Pizarro logra la aprobación de los reyes para conquistar ‘Nueva Castilla’, pero se le insta a proteger, educar y cristianizar a los indígenas. Lummis niega la leyenda, propagada a los cuatro vientos, de la maravillosa civilización de los incas destruida por Pizarro:

“Indian life is essentially tribal (…) the organization of the Incas was the same as that of any other Indian tribe”.

¿Por qué admira Lummis a Pizarro?

“Las personas más inteligentes brillan mentalmente en algunas ocasiones; cuando llega el momento, son capaces de iluminar la más oscura crisis, algo solamente al alcance de los genios. Fue eso lo que hizo de Napoleón, Napoleón; y de Pizarro, Pizarro.”

Francisco procuró evitar el conflicto, pero no pudo lograrlo por la traición familiar que se desató entre los líderes indígenas (Atahualpa y Huascar). El hecho de que, superado el conflicto, los aborígenes conquistados se convirtiesen en sus amigos y admiradores “es el mejor testimonio de su humanidad y de su justicia.”

Lummis compara a los padres fundadores puritanos sajones, que colgaban a las brujas e infieles a consecuencia de las cegadoras supersticiones vigentes en su tiempo, para acallar a los insensatos que critican a Pizarro por haber ejecutado a Atahualpa para salvar las vidas de muchos hombres.

A diferencia de Cortés, Pizarro sí fue un excelente administrador:

“No solamente promovió el comercio, sino también la industria, y desarrolló la agricultura, la minería y las artes mecánicas. De hecho, puso en práctica, con enorme éxito, el principio general español de que la principal riqueza de un país no es su oro, ni su madera, ni sus tierras, sino su gente. La pretensión sistemática de los pioneros españoles fue mejorar, cristianizar y civilizar a los indígenas, así como convertirles en ciudadanos de la nueva nación, en lugar de intentar librarse de ellos para darles espacio a los nuevos ocupantes, como fue habitual en algunas conquistas europeas.

Por supuesto, hubo fallos y crímenes perpetrados por algunos individuos, pero el principio de sabiduría y humanidad dirigió generalmente la actuación española –un principio que debe despertar la admiración de todo humano digno de ser llamado así.”

Nada de lo expuesto por Lummis puede tener el más mínimo impacto para promover que se haga justicia histórica. Estamos demasiado ocupados atrapando retocadas selfies para subirlas a Instagram, colgando absurdas fotografías y videos en Facebook o predicando breves sentencias sin la menor relevancia en Twitter. Quienes nos precedieron no son dignos, por descontado, de nuestro respeto. Y casi mejor así porque seríamos incapaces de soportar la humillación que supondría hacer lo debido.

4 respuestas a “Charles F. Lummis y su ‘The Spanish Pioneers’ (1893)

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  1. Buenas reflexiones, Roberto y comparto sustancialmente el punto de vista de Lummis. Me molesta mucho el actual lema pseudoprogre «nada que celebrar», aplicado al 12 de octubre. Las referencias a Pizarro me recuerdan e libro de Diamond, Armas, Gérmenes y Acero. Una de mis sorpresas fue descubrir que Cabeza de Vaca no solo había explorado el sur del actual EE.UU, sino también las cataratas del Iguazú.

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