Science Confronts the Paranormal

Semanas atrás se hizo en este foro un comentario, supuestamente racional y moderado, sobre los despectivamente denominados ‘fenómenos paranormales’. Se anunció entonces que se recuperaría, más adelante, una conferencia de Michael Crichton en el Instituto Tecnológico de California (Cal Tech).

El escritor estadounidense aprovechó un intercambio informal de impresiones, allá por 1987, con un famoso ingeniero aeronáutico (Paul MacCready) y miembro activo del CSICOP, para señalarle su desacuerdo con el irracional integrismo de los científicos del establishment hacia fenómenos que no comprendían porque no les ofrecían la mínima oportunidad. MacCready quedó en enviarle una invitación para que pudiera expresar sus ideas al respecto en la sede de Pasadena del CSICOP, así que Michael se puso, en caliente, manos a la obra.

Al prepararse, revisó el argumentario de los miembros de esa asociación, encontrándose numerosas descalificaciones personales y considerable innecesaria animosidad. Un ejemplo proviene del célebre Isaac Asimov:

“Esta presunta verdad intuitiva es una insensatez, y resulta cómico ver la genuflexión con que la saludan algunas mentes racionales que han perdido su temple. En la historia ha existido al menos otra ocasión semejante cuando el pensamiento griego racional y secular se doblegó ante los aspectos místicos de la cristiandad. Lo que aquello generó fue una Era de Oscurantismo. No podemos permitirnos el lujo de sufrir otra.”

Aparte de que Asimov manifiesta un patente desconocimiento de la historia y una simplicidad mental que provoca escalofríos cognitivos, sus palabras revelan que hay algo más en juego. Así lo denuncia Michael: “El verdadero tema de debate poseía una magnitud mucho mayor que el asunto relativamente nimio de los fenómenos paranormales. Abarcaba la postura intelectual de la ciencia en la segunda mitad del siglo XX.”

No debe ocultarse la presencia sistemática de fraudes en la ciencia ‘convencional’. Pero el hecho de que haya personas fraudulentas en cualquier actividad en absoluto justifica la tendencia usual a anatemizar esa actividad en su conjunto. Además, la tendencia irracional de los científicos, de cualquier tiempo y lugar, a pensar que ya está todo el bacalao cortado, carece de fundamento y se ha demostrado, reiteradamente, equivocado.

Crichton expone una serie de ejemplos de esa tendencia en su conferencia, y destaca el hecho innegable del impacto de las modas en las empresas que los científicos deciden emprender:

“Es muy discutible que haya más pruebas de la existencia de extraterrestres que de fenómenos parapsicológicos…”

…pero se hacen enormes inversiones económicas en la búsqueda de ETs y se menosprecia a los académicos interesados por eso de lo paranormal.

¿Por qué?

Porque “los estados místicos, meditativos o de trance son incompatibles, por definición, con un científico.”

El análisis científico de fenómenos como la creatividad es tan complejo como el de los fenómenos parapsicológicos, pero nadie se atreve a menospreciar el primero porque se resista al escrutinio. A Crichton le molesta el uso del término ‘paranormal’ porque ya arrastra una carga negativa y de desprecio.

Señala tres motivos detrás de ese desprecio:

1.- “La revulsión casi religiosa que provocan esos fenómenos en un científico contumaz.”

2.- El peso de la formación de una mente académica, plagada de prejuicios intelectuales.

3.- El hecho de que esos fenómenos, por lo que se sabe, contradicen las leyes de la física (¡anatema!).

Al centrarse en algunos ejemplos de fenómenos ‘paranormales’ (clarividencia, visión remota, psicoquinesia) Michael reconoce, como es natural, que hay fraude en ese heterogéneo campo, pero, como advirtió anteriormente, eso no es justificación para descalificarlo en general.

Al igual que hicimos en el anterior post, en su conferencia Crichton recupera el documentado caso de Piper, sobre la que William James escribió:

En la investigación de la naturaleza, no hay ninguna fuente de falacias que pueda compararse con la idea fija de que ciertos fenómenos son imposibles.”

Confundir las teorías científicas con la realidad es algo usual en las prácticas de los científicos. Son presa de un amor incondicional hacia sus creaciones y de un odio sin cuartel hacia lo que pueda cuestionarlas. Pero…

“La ciencia es un método para, al igual que un sastre, tomar medidas encaminadas a describir una realidad que nadie comprende (…) La ciencia ha cosechado fantásticos progresos y sería absurdo negar su relevancia, aunque también carece de sentido concluir que la realidad viste la talla 44.”

Michael tuvo excelentes relaciones con prestigiosos científicos como Marvin Minsky, hecho que aprovecha para apuntalar sus argumentos en la conferencia ante su escéptica audiencia:

“Lo que anima a los científicos es la presunción de que el universo exterior (la realidad) contiene un orden oculto que ellos intentar desvelar. Es ese impulso lo que une al científico y al místico: el ansia de penetrar hasta el fondo, de saber cómo funciona intrínsecamente nuestro mundo y llegar a conocer el auténtico rostro de la realidad.”

Aunque reconoce admirar a científicos como Richard Feynman, se muestra incapaz de entender sus prejuicios hacia actividades que ni se molestan en explorar mínimamente. Recurre, por ejemplo, al lema favorito de ese científico: quienes viven ajenos a la ciencia no comprenden el mundo en el que viven. Crichton señala sagazmente (y con un punto de venganza):

“Nadie comprende el mundo en el que vive.

Las personas cuyas mentes están reñidas con las cifras no son los desheredados de la tierra.

No son ciudadanos sin derechos, analfabetos despreciables que no saben resolver ecuaciones diferenciales y, en consecuencia, no tienen acceso a la verdad insuflada por las matemáticas.

La ciencia sola no basta.”

Max Planck y Albert Einstein concuerdan con esa perspectiva:

“¿De dónde vengo y dónde voy?

Esa es la pregunta insondable idéntica para cada uno de nosotros.

Y la ciencia no puede contestarla.”

“La humanidad tiene motivos sobrados para situar a los profetas de los valores y los códigos morales por encima de los descubridores de la verdad objetiva.

Lo que debemos los humanos a figuras como Buda, Moisés o Jesucristo, ocupa, para mí, un lugar más señero que todos los logros de la mente inquisidora y constructiva.”

En resumen:

¿Por qué no han de resultar complementarias la clarividencia del místico y la perspicacia del científico?

Lamentablemente, MacCready olvidó que se había comprometido a invitarle a “dirigirles unas palabras” a los miembros del CSICOP en su sede de Pasadena, así que nunca llegó a pronunciarlas.

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