Neurodiversidad

Mirar el cerebro de los individuos usando técnicas de neuroimagen y poder deducir algo relevante sobre cada uno de ellos es el sueño de los neurocientíficos.

El hecho indiscutible de que no hay dos cerebros iguales está detrás de la neurodiversidad que pretende apresarse a través de la predicción individualizada de las propiedades que caracterizan a esos individuos.

Ya no se persigue, por ejemplo, identificar a pacientes frente a controles, sino averiguar quién es quién. Y la razón es fácil de entender: no hay dos pacientes ni dos controles iguales, y, por tanto, identificar biomarcadores útiles en la práctica debe convertirse en una búsqueda personalizada.

Desde esa perspectiva, comentaremos seguidamente un artículo de revisión sobre los logros alcanzados hasta ahora en esa clase de predicción y lo que se supone que debería hacerse para avanzar a partir de aquí.

El objetivo de identificar biomarcadores es pronosticar, a nivel individual, alguna conducta humana (o fenotipo) relevante en la práctica clínica o educativa. Desde la neurociencia, perseguir ese objetivo supone analizar los datos cerebrales a nivel de individuo de modo que se superen clasificaciones de grupo (p. e. estudiantes de éxito frente a estudiantes que fracasan, o pacientes con TDAH frente a controles) para llegar a pronosticar dónde se pueden colocar cada uno de los individuos considerados dentro de un continuo o dimensión. No es cuestión de sí o no, sino de grados.

Se trata, por consiguiente, de “decodificar las diferencias individuales dentro de un fenotipo conductual continuo a partir de datos obtenidos con técnicas de neuroimagen.”

Los autores de esta revisión identifican 122 informes dirigidos a ese objetivo predictivo.

Una de las primeras observaciones que se deriva del análisis de esos informes es que los pronósticos suelen adoptar el supuesto de linealidad, es decir, que existe una relación lineal entre las medidas cerebrales y conductuales o psicológicas.

En cuanto a los fenotipos más y menos estudiados por los neurocientíficos, el resultado es demoledor: los factores cognitivos superan con rotundidad a los no-cognitivos.

Obsérvese la declaración de los autores al comenzar la sección sobre los resultados que se han identificado hasta el momento: “como función clave de los humanos, la cognición invade de modo ubicuo su vida diaria y juega un papel crucial a la hora de entender cómo las personas comprenden, cómo aprenden y cómo se comunican con su mundo. La mayoría de los informes que se revisan aquí se han centrado en la predicción de factores cognitivos (…) la inteligencia general, la atención y la comprensión lectora son los tres factores más estudiados.”

Es imposible que, como psicólogo, me pase desapercibido el desajuste entre lo que a mis colegas de gremio les seduce estudiar y lo que captura masivamente el interés de los neurocientíficos. Mientras que los segundos subrayan la relevancia crucial de nuestro intelecto para entender la conducta de los humanos, a los psicólogos les trae al pairo ese factor psicológico. La prueba contundente de que así es, y de que no se trata de una percepción subjetiva de quien esto escribe, es la escasa o nula atención que se le dedica en los planes de formación de los futuros profesionales de la psicología. Eso no es solamente sorprendente, sino que debería calificarse de mala praxis.

Pero sigamos con este artículo de revisión.

Otros fenotipos cognitivos que se han estudiado, además de la inteligencia, son la atención, la lectura y la memoria operativa. Mucha menor dedicación se la han prestado a variables como la inhibición, la flexibilidad mental, la creatividad o el aprendizaje.

Al centrarse en la psicopatología, se señala que se logran mejores resultados al estudiar pacientes que al focalizarse en la salud. Y el motivo es interesante: “las medidas conductuales presentan poca variabilidad en los controles comparativamente con lo que sucede en los pacientes, de modo que los algoritmos que se usan actualmente tienen dificultades para identificar las variables que se aplican en la predicción.” Es decir, como ya se ha propuesto en este blog, no solamente para la neurociencia sino también para la genética molecular, nuestros programas carecen por ahora de la resolución necesaria para encontrar las agujas en el poblado pajar en el que se busca. Es, por tanto, cuestión de mejorar la tecnología. Tiempo al tiempo.

También se ha estudiado la personalidad. Un informe paradigmático es el de Julien Dubois et al. en el que se observó que el rasgo de personalidad que se podía pronosticar con mayor precisión era la apertura a la experiencia. Nosotros también llegamos a esa misma conclusión en un informe que publicamos en 2017.

Las emociones, por cierto, se han estudiado muy poco, hecho que contrasta con el fervor con el que se considera a esos factores emocionales dentro de mi gremio.

¿Qué nos depara el futuro?

El pronóstico es que cada vez será más frecuente combinar los datos registrados con distintas técnicas de neuroimagen, es decir, se aplicarán aproximaciones multimodales porque eso mejora la predicción.

Y, naturalmente, lo que se observe al estudiar una muestra de individuos debería replicarse considerando muestras independientes, es decir, debería recurrirse con entusiasmo a la validación de resultados.

Una tercera recomendación es utilizar medidas objetivas de los fenotipos de interés en lugar de obtener medidas subjetivas porque las primeras mejoran la predicción.

Finalmente, se recomienda incrementar el número de estudios longitudinales de carácter prospectivo. Es decir, obtener los neuromarcadores de interés en un determinado momento y averiguar cuáles de ellos permiten hacer un pronóstico fiable tiempo después. En nuestro equipo hicimos un análisis de ese tipo, a pequeña escala, y los resultados pueden llegar a ser bastante sorprendentes.

En suma, el modo de averiguar si determinados biomarcadores pueden decirnos algo relevante sobre los fenotipos de interés psicológico a nivel individual conlleva comprobar el poder predictivo que se puede alcanzar. Solamente de ese modo lograremos separar las señales valiosas del inquietante ruido de fondo.

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