Cada vez es más intensa mi tendencia a promover el mensaje de que es un malísimo negocio, para comprender adecuadamente la conducta de los humanos, ignorar las interacciones sistemáticas que se establecen entre la capacidad cognitiva y los rasgos o dimensiones de la personalidad.
En 2019, una serie de científicos de distintos lugares del planeta, pusimos en circulación un número monográfico dedicado a esa relevante cuestión.
Ahora se publica un completo meta-análisis considerando la conexión de la capacidad cognitiva (aka, inteligencia) con los rasgos de la personalidad.
Se estudió a 162.636 humanos, de los que se dispuso de medidas de capacidad cognitiva general (g), razonamiento fluido (Gf) e inteligencia cristalizada (Gc), así como de medidas de personalidad obtenidas con cuatro populares inventarios de personalidad (NEO-PI-R, BFAS, Big Five Inventory-2 y HEXACO Personality Inventory-Revised).
Además, se examinaron esos instrumentos de evaluación de la personalidad a nivel de rasgos, facetas e ítems, es decir, desde los niveles más bajos a los más altos dentro de la jerarquía que caracteriza la personalidad humana.
Como es fácil imaginar, los análisis son numerosos y enrevesados, pero la esencia de los resultados se puede resumir así (según los autores):
1.- A nivel de rasgos, apertura (r = 0.20) y neuroticismo (r = -0.09) son los rasgos que correlacionan con la capacidad cognitiva (especialmente apertura con inteligencia cristalizada, Gc).
2.- En cuanto a las facetas, la implicación (engagement) intelectual y las tendencias poco convencionales (unconventionality) son las facetas de la apertura que más se relacionan con la capacidad cognitiva.
Asimismo, la sociabilidad y el orden se relacionaron negativamente con la inteligencia.
El gregarismo y la búsqueda de excitación presentaron correlaciones negativas más intensas con la inteligencia cristalizada.
Las facetas de la apertura ‘estética’, ‘sentimientos’ y ‘valores’ correlacionaron de modo positivo y más intensamente también con Gc.
En la sección introductoria del artículo, los autores australianos responsables de este meta-análisis revisan los intentos previos de analizar las relaciones de la inteligencia con la personalidad, para concluir que su alcance dista de parecerse al que ellos persiguen aquí. Sospechan, además, que las facetas pueden ser más relevantes que los rasgos generales.
Aunque algunos autores han defendido que la inteligencia es una parte de la personalidad, aquí se opta por la tendencia mayoritaria en la comunidad científica de mantener esos conceptos separados y explorar su conexión:
“Meta-analizamos, separadamente, las relaciones de la inteligencia con cuatro de los más populares marcos de referencia jerárquicos de la personalidad operativizados a través del NEO-PI-R (5 rasgos, 30 facetas), el BFAS (5 rasgos, 10 facetas), BFI-2 (5 rasgos, 15 facetas) y HEXACO-PI-R (6 rasgos, 25 facetas).”
Las preguntas que se formulan son:
1.- ¿Cuál es la correlación de los rasgos, facetas e ítems de esos instrumentos de evaluación de la personalidad con la capacidad cognitiva general, el razonamiento fluido y la inteligencia cristalizada?
2.- ¿Hasta qué punto contribuyen las diferencias de sexo y de edad en inteligencia y personalidad a esa correlación?
3.- ¿Se encuentra moderada la relación de la inteligencia con la personalidad por (a) el tipo de medida de la personalidad, (b) el tipo de medida de inteligencia, (c) si las medidas se obtuvieron en situaciones comprometidas (p. e. selección de personal) o neutrales (p. e. unas clases de prácticas en la universidad), (d) la edad de la muestra evaluada y (e) la composición según sexo de la muestra evaluada?
4.- ¿Hasta qué punto mejora el panorama de asociaciones la consideración de las facetas además de los rasgos?
5.- ¿Hasta qué punto mejora el panorama de asociaciones la consideración de los ítems además de las facetas?
Una vez hecha la búsqueda, se pudieron considerar 272 informes.
El primer resultado de interés corresponde a la correlación entre las facetas de cada uno de los rasgos. Los valores oscilaron entre 0.40 (NEO y HEXACO) y 0.57 (BFI-2).
En general, el patrón de correlaciones es débil, aunque puede que conceptualmente revelador.
A nivel de rasgo, como antes se comentó, la relación más elevada de la capacidad cognitiva general se observa con la apertura (r = 0.17 –en el abstract señalan 0.20 al considerar la serie completa de instrumentos de evaluación de la personalidad). El neuroticismo se asocia negativamente con un valor de r = -0.08 (en el abstract ese valor es de -0.09).
Al descender a nivel de facetas, todas las de apertura se asocian a la capacidad cognitiva, con valores entre un máximo de 0.25 (ideas) y un mínimo de 0.06 (estética y sentimientos).
La ansiedad (-0.09), la depresión (-0.06), la hostilidad (-0.06) y la vulnerabilidad (-0.06) del neuroticismo se asocian negativamente a la capacidad cognitiva.

La calidez (-0.05) y el gregarismo (-0.08) de la extraversión se asocian negativamente con la capacidad cognitiva, mientras que lo hace positivamente con la asertividad (0.04).
Tres de las facetas de la amabilidad se relacionan negativamente con la capacidad cognitiva: altruismo (-0.07), modestia (-0.08) y proximidad (-0.05). Se asocian positivamente confianza y capacidad (0.04).
Finalmente, dos de las facetas de la responsabilidad se asocian negativamente a la capacidad cognitiva: autodisciplina (-0.04) y orden -0.04). Sin embargo, la capacidad se asocia positivamente a la competencia (0.05).
En suma, un panorama al menos sugerente.
Los autores resumen, como pueden, porque es difícil, lo que sucede cuando se desciende a nivel de ítem:
1.- Las preguntas sobre creatividad, asertividad y nivel de competencia en la vida se relacionan positivamente con la capacidad cognitiva.
2.- Las preguntas sobre higiene/pulcritud y mantenimiento del orden alrededor, se relacionan negativamente con la inteligencia.
3.- Las preguntas sobre la incapacidad para mantener la compostura en situaciones estresantes (me tenso con facilidad, me siento sobrepasado, soy muy temeroso) se relacionan negativamente con la inteligencia.
Los autores ofrecen en el material suplementario un Excel con esos resultados a nivel de ítem para quien desee entretenerse (no es mi caso porque las correlaciones siguen siendo sensiblemente débiles).
Me sorprendió que tuvieran el valor de informar de las diferencias de sexo que observaron en su meta-análisis en relación a la capacidad cognitiva general (d = 0.19, es decir, 3 puntos de IQ, favorables a los varones). En razonamiento fluido esa diferencia fue de d = 0.25, es decir, cuatro puntos de IQ, también para los varones. En inteligencia cristalizada fue de d = 0.13, es decir, dos puntos de IQ, una vez más a favor de los varones. No se informa de la variabilidad dentro de cada sexo, lamentablemente porque suele ser revelador. Lo habitual es que ellos sean más variables que ellas.
Las mujeres, en cambio, superaron a los varones en todos los rasgos de la personalidad: amabilidad (d = 0.32), neuroticismo (d = 0.28), extraversión (d = 0.13), responsabilidad (d = 0.12) y apertura (d = 0.08).
En cualquier caso, las variables sexo y edad no modificaron la magnitud de las asociaciones entre la capacidad cognitiva y la personalidad.
En cuanto a los otros moderados señalados antes, la correlación de la capacidad cognitiva con la apertura fue mayor cuando la primera se evaluó a nivel individual y con baterías similares al Wechsler. Además, la correlación entre capacidad y personalidad se atenúa cuando la evaluación se hace en situaciones comprometidas. Por último, al considerar muestras con una edad superior a los 60 años, las correlaciones de la apertura y el neuroticismo con la inteligencia aumentaron (much stronger).
Seguidamente se intenta predecir la capacidad cognitiva a partir de las medidas de la personalidad (rasgos y facetas) usando regresión.

Aquí la cosa pinta bastante mejor.
Usando una combinación de las facetas del NEO se llega a una r de 0.40, mientras que con una combinación de los rasgos del NEO el valor llega a 0.22 (algo más elevado que solamente con la apertura).
Analizando muestras que no formaron parte del meta-análisis, los autores observan que considerar los ítems de las escalas de personalidad también permite superar valores de r = 0.40. De hecho, la validez predictiva de la personalidad sobre la capacidad cognitiva aumenta de 0.17 (rasgos), a 0.32 (facetas) hasta llegar a 0.44 (para los ítems).

En las conclusiones finales, los autores sostienen que “el patrón general de resultados sugiere que, aunque las correlaciones de la personalidad auto-informada y la inteligencia evaluada objetivamente son generalmente débiles, son, aun así, teóricamente sustantivas.”
Vuelven a la carga, en este tramo final de su informe, resaltando la relevancia de las facetas y de los ítems, aunque este comentarista se hace un poco de lio al tener en cuenta que ven como algo positivo que la inteligencia se evalúe con una batería de test para obtener una estimación más robusta de capacidad cognitiva (con instrumentos similares al Wechsler), pero que cambien de registro con respecto a la evaluación de la personalidad.
Violan, de ese modo, una regla básica a la hora de buscar relaciones entre constructos psicológicos, que ellos mismos mencionan de pasada (muy de pasada) en la introducción: la simetría de Brunswick (los rasgos generales predicen resultados generales, mientras que las facetas específicas predicen resultados concretos). ¿Cómo encajaría en ese cuadro que se usen facetas e ítems para predecir algo tan general como la capacidad cognitiva?
Sostienen que la generalidad de los rasgos de la personalidad oculta la información contenida en las facetas y en los ítems, pero esa es precisamente la cuestión. Si los ítems exploran facetas y estas delimitan rasgos, ¿cómo se puede explicar que cuanto más general peor?
Haciendo gala de la reconocida creatividad de los psicólogos para la interpretación de resultados, de cualquier tipo, destacan algunas presuntas consecuencias del patrón de correlaciones observadas:
1.- Las personas más inteligentes valoran en mayor grado la novedad, mientras que las menos inteligentes serían más conservadoras.
2.- La inteligencia constituye un recurso cognitivo (algunos destacaríamos que es ‘el’ recurso cognitivo por antonomasia) para facilitar la gestión de situaciones desafiantes.
3.- La inteligencia facilita el acceso a ocupaciones de mayor remuneración, lo que permite alejarse de situaciones amenazantes (inseguridad financiera, barrios conflictivos, etc.).
4.- La ansiedad ante la evaluación es irrelevante para entender la relación observada del neuroticismo con la capacidad cognitiva (“su correlación se mantuvo en situaciones comprometidas como un proceso selectivo”).
5.- Los más inteligentes son más asertivos porque tienen las ideas claras y puede argumentarlas con la necesaria confianza. Además, son menos sociables porque estarían más orientados a las ideas que a las personas.
6.- Los más inteligentes no son más narcisistas o arrogantes. El resultado sería consistente con la ausencia de correlación observada entre la inteligencia y la famosa ‘dark triad’.
7.- Los más inteligentes pueden permitirse ser poco responsables.
Al meterse en el jardín de proponer consideraciones teóricas de carácter más general, sugieren que la capacidad cognitiva puede ser causa de la promoción de determinados perfiles de personalidad (the intelligence-as-cause perspective).
En suma, hay en este meta-análisis mucha información que merece la pena estudiar con detenimiento, con sosiego y calma. Quizá lo más relevante es que parece que, al fin, los científicos se están tomando en serio explorar exhaustivamente las interacciones de la capacidad cognitiva con los rasgos de la personalidad. En cualquier caso, como ya expuse en este foro en otra ocasión, la investigación primaria debe mejorar en cómo se mide personalidad para que sea verdaderamente equivalente a las medidas de capacidad cognitiva. Al igual que no se le pregunta a la gente cómo de inteligente se considera al hacer una evaluación formal de ese factor psicológico, deberíamos ser capaces de evaluar su personalidad sin preguntarles sobre sus hábitos de vida, sus sensaciones o sus pensamientos habituales. Hay opciones, pero seguimos sin respuestas sólidas a ese nivel.
Muchas gracias. Un comentario muy esclarecedor, prudente en sus valoraciones, como es tu costumbre, buena costumbre por cierto. Como no soy experto, entendo que la correlación con neuroticismo es negativa. Por otra parte, tengo que explorar esa referencia a la correlación negativa con la triada negra. ¿Implica eso que unas capacidades cognitivas cognitivas más elevadas predicen menor manifestación de la triada oscura (que tiene alguna relación, creo, con la maldad moral? Sabes que ese tema es para mi muy importante
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Gracias, Félix. Las respuestas a tus dos preguntas son afirmativas.
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Muy interesante, Roberto. Pero, en definitiva, saltándonos las piruetas con facetas e items (contrarias, como mencionas, a la simetría de Brunswick) este MA secunda la idea tradicional de I y P como ortogonales, con la excepcional pero también tradicional relación (baja) entre apertura e I. En cuanto a la evaluación de la P, abres un melón.
Gracias por este curro enorme de análisis y síntesis del artículo.
Abrazo
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Yo no llegaría a esa conclusión según lo comentado en el post. Al mejorar la evaluación de la personalidad, debería observarse la conexión que necesariamente debe existir entre los factores cognitivos y no-cogntivos. P sería precisamente un provocador modo de aproximarse a esa conexión. Recuerda cómo se define P entre quienes han investigado las asociaciones entre los rasgos básicos de la personalidad. Además, en el factor de vulnerabilidad general a la psicopatología, vinculado a P, también se aprecian asociaciones longitudinales y transversales con la inteligencia.
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