La discusión sobre el papel del control ejecutivo en la memoria operativa (Working Memory) y en la inteligencia comienza, más o menos, con el influyente artículo de Randy Engle (y sus colegas) publicado hace 20 años: ‘Working memory, short-term memory, and general fluid intelligence: A latent-variable approach’.
Nuestro equipo ha contribuido a desmontar la tesis de que la relación de la memoria operativa con la inteligencia se debe, esencialmente, a la actuación del control ejecutivo, que es lo que defendió en su momento el equipo de Engle. Andando el tiempo, ellos mismos han moderado su postura.
A Klaus Oberauer tampoco le ha convencido nunca la contribución de ese control ejecutivo a las diferencias individuales observadas en memoria operativa y en inteligencia. Ahora su equipo publica un informe (Is executive control related to working memory capacity and fluid intelligence?) en el que se concluye, de modo bastante asertivo, que:
1.- No hay modo de identificar un constructo latente que represente fiablemente el control ejecutivo. La especificidad de las correspondientes medidas resulta demasiado elevada.
2.- Consideradas aisladamente, las medidas de control no se relacionan ni con la memoria operativa ni con la inteligencia.
“Nuestros resultados ponen en entredicho la existencia del control ejecutivo como un constructo genuino, así como el supuesto de que la memoria operativa y la inteligencia fluida se encuentran estrechamente relacionados con la capacidad de controlar los pensamientos y las acciones”.
Para llegar a esa conclusión se considera a 181 individuos que completan (a) siete tareas experimentales de control ejecutivo, (b) cinco test de inteligencia y (c) cuatro tareas experimentales de memoria operativa. El cálculo de correlaciones entre variables produce la matriz que se presenta seguidamente (don’t panic).
Se aprecia fácilmente en la matriz las bajísimas correlaciones entre las tareas experimentales de control ejecutivo. El hecho imposibilita identificar el correspondiente factor latente que se supone debería manifestarse.
La correlación que obtuvieron entre los factores latentes que representan a la memoria operativa y a la inteligencia fue de r = 0,77. Es un valor alto, pero no apoya que sean constructos indistinguibles (o isomórficos).
Una de las características que llamó mi atención fue la decisión de medir control ejecutivo exclusivamente con tareas experimentales de inhibición. Se ignoran las otras facetas reconocidas de ese control: updating (actualización) y switching (cambio o alternancia). Comprendo que desprecien el segundo porque suele comportarse fatal, pero el primero es bastante relevante. De hecho, nosotros encontramos que es precisamente el updating el que se asocia con mayor intensidad a la memoria y a la inteligencia. Eso si, calificar a ese updating de control ejecutivo es discutible.
Una de las estrategias que me resultó más interesante de esta investigación supuso medir control ejecutivo eliminando el impacto potencial de la velocidad mental y de la memoria episódica. Sospechaban que esas variables podían inflar las correlaciones, ya de por sí débiles, entre las medidas de control, así como su relación con la memoria y la inteligencia. Y así fue. Al controlar su impacto, esas correlaciones se suicidaron.
En resumidas cuentas, el estudio que estamos comentando “cuestiona el modelo seminal de Miyake et al. (2000) sobre el control ejecutivo, pero también la investigación experimental sobre el control ejecutivo, al poner en entredicho la validez de medidas como el Stroop, las tareas de flancos o la tarea de Simon”.
Es crucial averiguar qué facetas son más y menos relevantes para entender la naturaleza de los constructos cognitivos por los que los científicos se muestran encandilados y, en última instancia, el desempeño más o menos eficiente de los individuos en las tareas experimentales que se diseñan en psicología. Al proceder con el requerido cuidado se pueden encontrar evidencias que cuestionen la sabiduría recibida y los supuestos aceptados de modo bastante acrítico.
Es evidente que los distintos procesos psicológicos deben integrarse de alguna manera y el control suena bastante bien como candidato a gobernar esa integración. No obstante, si no hay información disponible para integrar, los procesos supuestamente responsables de materializarlo serán irrelevantes. Precisamente por ese motivo lógico, y atendiendo a nuestros resultados empíricos, propusimos que lo que subyace a la relación de la inteligencia con la memoria operativa es la capacidad para mantener temporalmente una representación fiable de la información relevante. Esa capacidad es la que produce la diferencia, no un supuesto control posterior.
Quizá tengamos razón, quizá no.
Sigamos añadiendo evidencia y discutiendo.
Entonces como deberiamos interpretar los resultados de esa investigacion que retwiteaste?
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El nombre que se le da a una tarea que pretende cuantificar un constructo psicológico no demuestra que sea adecuada para alcanzar ese objetivo. ‘Self-control’ se asocia a intelecto y no está clara cuál es la relación causal. A mi juicio, según la evidencia que conozco, el intelecto es el factor psicológico que integra los demás factores psicológicos (self-control incluido).
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