Integra y vencerás.
Esa es la consigna que parecen seguir ahora algunos científicos de la conducta.
En una investigación del equipo de Elliot Tucker-Drob, de la Universidad de Texas, se estudian las relaciones entre g y p.
El factor general de inteligencia (g) se obtiene a partir del análisis de las relaciones entre las puntuaciones obtenidas por individuos humanos ante una variada serie de problemas que varían por su nivel de exigencia cognitiva (desde muy sencillos a verdaderamente complejos). El resultado invariable es el fenómeno más replicado de la Psicología, es decir, el solapamiento positivo (positive manifold).
El factor de propensión general a la psicopatología (p) se identifica al explorar las relaciones entre trastornos psicopatológicos supuestamente diferentes. Son diferentes, pero al igual que sucede con las capacidades cognitivas, se encuentran correlacionados. Los síntomas de los distintos síndromes clínicos presentan un solapamiento sustantivo.
¿Existe alguna conexión entre g y p?
¿Es falsa la desintegración, la descoordinación, la supuesta independencia de cognición y psicopatología (o personalidad) que generalmente (con honrosas excepciones) se ha venido dando por hecho hasta fechas recientes?
Los autores del informe que comentaremos hoy consideran dos muestras de niños (entre 0 y 7 años aprox.), pero con la característica de que esa muestra es genéticamente informativa (se compara gemelos idénticos y fraternos criados conjuntamente). Entre ambas muestras se estudia finalmente un total superior a los 2.000 pares de gemelos.
Una vez calculados los preceptivos análisis (análisis factorial confirmatorio, asociaciones de g con p intra-parejas e inter-parejas de gemelos, modelos biométricos, efecto de la edad, y análisis de sensibilidad) se encuentra una relación moderada, pero sustantiva, entre g y p.
Esa relación de g con p se considera resultado del solapamiento de factores genéticos y del ambiente compartido que ya se encuentran operativos durante el primer año de vida.
Este grupo de científicos se pregunta si lo que se ha comprobado con adultos también se aprecia en la infancia. Sospechan que será así porque hay tres dominios psicopatológicos especialmente relevantes en ese temprano periodo de la vida:
1.- Exteriorización (conductas agresivas y de oposición).
2.- Interiorización (temor y tristeza).
3.- Problemas de atención.
Esas categorías generales predicen la manifestación de problemas posteriores, en periodos más avanzados del ciclo vital.
Además, los síntomas de esas categorías generales presentan, también en ese periodo de la vida, un considerable solapamiento. A partir de esa evidencia se ha sugerido que el fenómeno puede estar relacionado con un riesgo genético compartido.
Ahora bien, el factor p que resulta de considerar ese solapamiento puede ir manifestándose con el tiempo, a medida que pasan los años y se acumulan las experiencias interactivas con el entorno (incluyendo aquí a los demás humanos). El riesgo genético asociado a los problemas de atención, por ejemplo, puede llegar a correlacionarse con los síntomas de la depresión cuando los problemas de conducta del niño en la escuela promueven interacciones conflictivas con padres, profesores y amigos.
La versión alternativa a esa acumulación con el paso del tiempo es que los riesgos para una diversidad de problemas mentales actúan porque comparten una serie de procesos biológicos. Si es este el caso, entonces se observará el fenómeno en la niñez, desde los primeros balbuceos vitales.
Es relevante subrayar que se ha propuesto que los problemas cognitivos a temprana edad son un factor de riesgo crucial para aumentar la vulnerabilidad a la psicopatología durante el ciclo vital.
Los problemas cognitivos pueden dificultar las interacciones sociales y los problemas de conducta pueden complicar el proceso de aprendizaje. De hecho, se han documentado relaciones –a los 5 años de edad—del CI con el comportamiento antisocial (r = -0,41) y con el TDAH (r = -0,45) –la correlación es negativa porque cuanto mayor es el CI, menor es la probabilidad de presentar el problema en cuestión.
La siguiente figura muestra la asociación de g con p observada en el estudio que estamos comentando (hay dos valores de correlación porque se informa por separado de lo que sucede con las dos muestras que se consideran).
En general, los niños con mayor g presentan menores niveles de p. Además, ese resultado también se observa al comparar a los gemelos: el gemelo con mayor g también despliega menor p, a pesar de que ambos crecen en el mismo ambiente familiar (la relación es intrínseca).
Los análisis revelan que la heredabilidad de p se sitúa entre el 46% y el 63%, la influencia del ambiente compartido oscila entre el 13% y el 47%, y la del ambiente no-compartido entre el 7% y el 24%.
En cuanto a la heredabilidad de g fue de entre el 33% y el 38%, el ambiente compartido de entre el 57% y el 62%, y el ambiente no-compartido del 5%.
Los factores genéticos y del ambiente compartido que influyeron sobre p y g dieron cuenta de la mayor parte de su asociación (entre el 25% y el 40% y entre el 45% y el 69%, respectivamente).
En suma, la conexión entre el nivel intelectual y la psicopatología se observa muy temprano en el ciclo vital. El hecho sería incongruente con la perspectiva del mutualismo defendida por científicos como van der Maas y, en general, por quienes sostienen que los factores generales son un emergente de procesos o mecanismos subyacentes independientes.
La evidencia observada en esta investigación sería congruente con la hipótesis de la integridad del sistema propuesta desde la epidemiología diferencial:
“Un cuerpo mejor integrado es más capaz de responder eficientemente a los ataques del entorno”.
Solamente tenemos un cuerpo (y un único cerebro) aunque sea un complejo mosaico 3D.
«Los análisis revelan que la heredabilidad de p se sitúa entre el 46% y el 63% […]
En cuanto a la heredabilidad de g fue de entre el 33% y el 38%»
¿Luego es p casi el doble de heredable que g? ¿Y g tiene una heredabilidad menor del 40%?Me llama la atención esto. ¿Cuál es tu opinión sobre estos resultados en particular, Roberto? ¿Son congruentes con lo que se ha observado previamente?
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Recuerda el periodo del ciclo vital considerado en este estudio. En mi manual de diferencial, recientemente publicado y de recomendable lectura, se explica el distinto curso de los valores de heredabilidad para la inteligencia y la personalidad. En el segundo caso, la heredabilidad cae de un 0.8 a un 0.4 durante el life span. En el primer caso es justo al revés: sube del 0.4 al 0.8.
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